La preocupante situación en Oriente Medio empeora cada día y amenaza con enfrentamiento bélico de mayor calibre y amplitud. Al genocidio israelí en la franja de Gaza –como respuesta a la masacre de Hamas en el festival musical Tribe of Nova–, iniciado el 7 de octubre de 2023, ha llegado ya a la cifra de 41.800 muertos y 96.844 heridos gazatíes de todos los sexos y edades, a lo que se suma ahora la escalada de violencia en el Líbano. Un gran porcentaje de libaneses están bajo bombardeos diarios israelíes en distintos puntos del país, que han causado ya más de 2.000 muertos, alrededor de 6.000 heridos y más de un millón de personas que han tenido que huir de sus casas solo con lo puesto debido a este descomunal estallido de violencia.
Con la invasión y el actual bombardeo israelí en Líbano, es terrible que los sirios, ahí asentados huidos en su día del conflicto existente aún en Siria, se vean ahora en número de 400.000 en la necesidad de dejar sus hogares y enseres para volver de nuevo a su país natal. Y con la dificultad de hacerlo a pie al haber destruido el ejército israelí completamente la carretera de acceso, haciendo imposible la circulación para cualquier vehículo.
Israel seguirá mordiendo implacablemente por los cuatro costados de Oriente Medio contra quienes obstaculicen su expansión territorial en nuevos asentamientos o intenten recuperar anteriores territorios. El certificado que garantiza la dilatación israelí y su dominio aplastante se explica mientras mantenga un poderoso potencial armamentístico muy superior al de sus enemigos, gracias al brazo crematístico sionista y el apoyo yanqui en suministrárselo.
Hoy día EE.UU posee un presupuesto de defensa superior a la suma de todas las demás potencias mundiales juntas; una cantidad descomunal de más de 700.000 millones de dólares, el 3,2% del PIB. Aunque nación socialmente desequilibrada, está supermilitarizada con ochocientas bases militares desparramadas por más de cuarenta países, incluida España, convirtiéndose en una especie de «gendarme mundial». No es de extrañar que alguien afirmara, con razón, que Estados Unidos, en vez de colonias como antaño las naciones europeas, tiene bases militares, es decir, otra forma de mantener su influencia y poderío. El resultado es que una parte sustancial del gasto federal —un 15%— se dedica a defensa, en el que se incluyen los apoyos a Israel en su salvaguardia y esparcimiento dentro de los países árabes limítrofes; a la vez de abastecer de armas a Ucrania para su pervivencia como nación y como freno a las ambiciones de Putin.
La hegemonía de poder de un pueblo en el mundo ha tenido sus plazos y reemplazos a lo largo y ancho de la Historia. Alzas y caídas como las del Imperio Romano, Hispano, Británico, Nazi, Soviético, hasta la vigente preponderancia norteamericana, así se han sucedido. En la mayoría de los casos el ascenso y la caída de una potencia lleva consigo millones de víctimas. La caída de Estados Unidos (pues desde el pecado original de Adán y Eva todos estamos condenados por castigo divino), sea pronta o lejana, será sin duda una hecatombe imprevisible e inconmensurable, por la capacidad destructiva de las armas nucleares. No hay, pues, esperanza alguna de que mude para bien la máxima de Plauto (homo homini lupus), «el hombre es un lobo para el hombre», por (homo homini agnus), «el hombre es un cordero para el hombre». Al menos es mi humilde opinión.