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El Museo del Chocolate

11/12/2024
 Actualizado a 11/12/2024
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El vínculo de Astorga con el chocolate viene de muy atrás. Del siglo XVI, se dice, al poco de conocerse en España –algunos apuntan que el primer cargamento de cacao lo habría enviado en 1524 Hernán Cortés desde el recién conquistado imperio azteca–, al pactarse en 1545 el matrimonio entre Álvar Pérez Osorio, heredero del marquesado de Astorga, y María Cortés de Zúñiga, hija de Hernán Cortés. El enlace no se llegaría a celebrar, pero hay quien cree que parte de la dote habría sido cacao.

Las relaciones entre el marquesado y el rey Carlos I facilitarán la introducción del cacao en Astorga, en donde ya en el siglo XVII se conoce la producción de chocolate –‘a brazo’, manualmente; en el siglo XIX se generalizará la maquinaria–, que prospera gracias a tres factores: la Iglesia, habitual consumidora –por ejemplo, en hospitales, monasterios…–, que estableció además que, como bebida, no rompía el ayuno cuaresmal; la arriería, que facilitaba el transporte; y el clima, frío y seco, que permitía un rápido enfriamiento sobre el suelo.

Hace ahora treinta años –se cumplen pasado mañana–, el 13 de diciembre de 1994, fue inaugurado el ‘Museo del Chocolate’ en Astorga, iniciativa de José Luis López García –con su propia colección– que, en 2005, pasó a ser de titularidad municipal y en 2015 abriría sus puertas en su emplazamiento actual, un edificio de principios del siglo XX que fue residencia y fábrica del chocolatero astorgano Magín Rubio.

A lo largo de nueve salas en dos plantas podrás recorrer, desde los orígenes del cacao –según la leyenda, el dios Quetzalcoátl, la Serpiente Emplumada, les regaló a los seres humanos la planta del cacao, para traerles sabiduría; y el resto de dioses nunca se lo perdonarían, costándole el destierro– la historia chocolatera de Astorga a través de utensilios, maquinaria, documentos, catálogos, envoltorios, publicidad…

Al salir, por cierto, te invitan a probar tres tipos de chocolate. Así, con la parte ‘práctica’, se disfruta mejor el museo, claro…

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