Setenta años –que se dice pronto– han pasado ya desde que, en 1954, Isaac Martín-Granizo –abad de la Cofradía de Jesús en 1940, y tesorero de la Junta Mayor desde su fundación en 1947 hasta que falleció en 1967– apuntara la posibilidad de que León tuviera «un Museo de las cosas de nuestra Semana Santa». Es la primera referencia conocida al respecto; a partir de entonces, correrán ríos de tinta…
En 2014 –hace diez años–, el entonces obispo, Julián López Martín, nombró una comisión –a lo largo de la historia ya había habido más– para estudiar la posibilidad de crear un museo –que ocuparía una parte del seminario mayor–que fuera «fiel exponente de la manifestación religiosa de la Semana Santa»; dos años más tarde se constituyó la Fundación ‘Museo Diocesano y de la Semana Santa’ y se colocó la primera piedra, cuyas obras finalizaron en 2020. Y el pasado 26 de noviembre fue, por fin, inaugurado; un hito histórico tanto para el mundo cofrade leonés como para la propia ciudad.
Es cierto que, por distintas cuestiones, el proyecto original se ha visto modificado. Sin ir más lejos, en el claustro, bajo la cúpula de cristal, no puede haber pasos; es más, no hay ni un solo trono en todo el museo. Y es una verdadera lástima, claro.
Tampoco están todas las imágenes que cabría esperar. Y no te digo las que reciben culto –¡solo faltaría!– que, naturalmente, están donde tienen que estar; sino algunas que se encuentran poco menos que almacenadas y que las cofradías –que, te recuerdo, son sus propietarias– no han considerado oportuno ceder. Sus motivos tendrán.
Quizá pudiera estar representada de alguna manera la Semana Santa más allá de la Junta Mayor y las cofradías –Virgen del Mercado, bandas independientes, entidades privadas…–; y faltan aún detalles de última hora, claro.
Pero, con todo, el resultado me parece francamente espectacular; y un excelente punto de partida… y con amplias posibilidades de mejora. Démosle tiempo. La Semana Santa de León merecía un museo así… y ya lo tiene.