No es de extrañar que en algún momento de la nuestra existencia nos haya seducido a todos al margen de nuestra compleja heterogeneidad. Hermosa entre las bellas y desinteresada entre las desprendidas, no es de extrañar que más de una vez nos hayamos enamorado y reenamorado de ella. Además, de ella y de sus maravillosas y casi cotidianas generosidades hemos aprendido a saber desde niños bien a través de viejas, casi tribales, narraciones orales o bien, ya más tarde y según crecemos, en íntimas lecturas bien prosaicas, bien poéticas, provenientes de experiencias y sabidurías ajenas, a la par que según se van acrecentando nuestras propias vivencias y a razonados que hayan venido siendo nuestros días constatamos cómo así, hermosa y generosa, la hemos llegado a sentir en más de alguno de esos momentos, apenas instantes, que consideramos plenos y en los que sin gran esfuerzo procedemos a disculpar, casi con vergüenza propia, sus pequeñas faltas, esas que tantas veces, más por impericia o inexperiencia nuestra que por torpeza de ella, nos impiden considerar plena nuestra más íntima historia o biografía.
Hablo de la vida. De ese Amor que, aun siempre diga que a poco que levantemos la mirada de nosotros mismos considero imposible e inmoral tildar de feliz, pues por más que nos dé bellezas y generosidades también, a qué ocultarlo, a que engañarnos, a veces, también es muy puta.
Así, tristes e injustas, son muchas, más o menos cercanas, de las consecuencias de sus, por maravillosa que sea, inesperadas putadas. Esta misma semana las hemos sentido muchos, leoneses y no, dados a la lectura y la escritura cuando supimos de la muerte de Paz Martínez, quien, a lo largo de más de diez de sus cuarenta y ocho años, se enfrentó al cáncer con una valentía y fortaleza de espíritu que, ya confieso, ni en parecidas circunstancias yo, al menos, sería capaz de mantener. Por eso el domingo me llevó y hoy me trae a dedicarle los renglones cortos que en su día, y dedicados a tantos maestros, titulé ‘La muerte de un poeta’ y dicen: No están siempre con nosotros. / Ni tan siquiera en nosotros, la verdad. // Mas cuando se van, / cuando a la tierra que embellecieron regresan, / una profunda orfandad orada nuestro espíritu. // Y volvemos a sus escritos versos. / Y como nuevos poemas los leemos. / Y nuevos consuelos para esta vida, / merced a su adiós, en ellos descubrimos. // Sí, así se mueren los poetas, / transfundiéndonos vida.
Sí, la vida es muy guapa, pero, a veces, también muy puta.
¡Salud!, y buena semana hagamos… Y tengamos.