He pedido al cielo el comodín de Valentín García Yebra, el insigne traductor berciano, que trazó distancias cortas entre todos los idiomas, incluso hacia el de los clásicos para hacerlos entendibles. Supongo que en pos de establecer diálogos cercanos, de valorar el poder de una comunicación rica, y en el acercamiento de los pueblos. Tal vez él sabría explicar, en el idioma berciano, por qué el haber conseguido sentarse en el sillón «n» minúscula de la Real Academia Española, o haber formado parte de la Academia Norteamericana de la Lengua Española tiene un peso inferior al del curriculum de una empresa minera.
Puede que no sea cuestión de básculas, o de entendimiento idiomático, pero sí que es materia culinaria: no sabe bien regalar aplausos para restarlos después en pos de un merecimiento que, en la reflexión a segmento corto de otros, mide más.
Y puede que no sea cuestión de tamaño, aunque casi todo lo es. Pero su «n» minúscula, se queda tan recortada frente a esa gran sigla que lo dice todo, la M, de la Minerosiderúrgica, que no ha podido sostener ese bastión sobre ella.
La n de nada se fue convirtiendo en polvo, en ninguneo, en noes, en neurosis, y la m de mucho se hizo con el momento, con la mención, con la molestia y la mala intención. Y lo que fue la n de nacimiento de un aplauso eterno se quiso convertir en la m de la muerte acabando con ese infinito que parecía dibujarse en el regalo de un recuerdo.
Le arrebataron los galones que sudaron sus palabras a Valentín, y los cambiaron por las firmas de contratos que sellaba la MSP. Y lo vendieron como historia, como casi tradición de barrio. Sin pensar que, desde la cuna del conocimiento se restaba la diestra del padre de las letras.
Ha sido un gesto desalmado intentar deshacerse de un nombre como si fuera deshonesto y venderlo sacándole brillo al mismo tiempo. Nada que ver con el académico de talla y sapiencia impoluta. A él todos los honores, pero ya tiene otros. No es un quitar sino un poner…Vamos, lo que viene a ser un divorcio pretendidamente amistoso a ver si se cuela por el hueco sin tocar las esquinas.
Pero la «n» es tozuda y respingona y también dijo No. Se manifestó como Materia, con mayúscula, y declaró que ocupa un lugar y pesa, por lo que ninguna letra pretenciosa podría Moverla de su Nido, el colegio, donde se fabrica el Nudo de una sociedad abierta, dialogante, entendible, traducida. Donde está el lugar de un profesor de Lombillo que compartió los años del Ponfeblino sin ponerle un pero a su humareda Negra.
Gracias Valentín por haber puesto la cordura en la adolescencia de tu colegio y recordarles que hay flores frescas en tu tumba frente a una pretensión mal tallada, liberando así de tantas Mierdas a lo que debe ser un territorio libre de Necios.