25/02/2025
 Actualizado a 25/02/2025
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Hace muy pocos días se celebró en Ponferrada la Jornada Diocesana de Pastoral del Trabajo, este año con el lema ‘En el acompañamiento a las personas migrantes’. Además de presentar el resultado de una interesante encuesta sobre la situación de los inmigrantes en la diócesis de Astorga, resultó aleccionador el testimonio de tres personas que nos han contado todo lo que han tenido que pasar hasta llegar a establecerse entre nosotros. Los inmigrantes no son números, sino personas concretas, la inmensa mayoría muy buenas, que merecen toda nuestra atención. Es vergonzoso que se pongan tantas trabas para regularizar su situación y otro tanto que algunos se aprovechen de su penosa situación para explotarlos.

Mientras escribo estas líneas, el Papa Francisco se encuentra gravemente enfermo. En sus últimas intervenciones públicas ha necesitado que otros terminen de leer sus discursos porque ha faltado fuerza a sus pulmones. Somos muchos los que oramos por él para que no le falte la fortaleza que necesita en estos momentos. Desgraciadamente no faltan quienes desean que su voz se apague para siempre, porque es una voz libre y profética que pone en evidencia muchas verdades incómodas para algunos; pero no lo podrán conseguir, porque sus palabras tienen valor permanente, mucho más allá de la muerte. Nadie podrá negar que Francisco ha sido siempre un gran defensor de la dignidad de la persona, encarnada muy especialmente en los inmigrantes.

Entre tanto, aparentemente parecen tener más protagonismo otros personajes que, además, se creen los amos del mundo e intentan repartírselo entre ellos. Hablamos de Trump, de Putin, y de un sinfín de dictadores y otros mandatarios que solo piensan en sí mismos. No falta tampoco gente que se tiene por muy religiosa y que no se distingue por su afecto a Francisco precisamente por su defensa de los más pobres. Todos somos conscientes del gran descontrol y del aprovechamiento de las mafias en el tema de la emigración. Pero no se puede demonizar a quienes son víctimas del engaño, ni culpabilizar a todos por la delincuencia de unos pocos.

La carta recientemente enviada por Francisco a los obispos estadounidenses, haciéndose eco de la forma de proceder de Trump con los inmigrantes, ha escocido a los dirigentes  norteamericanos y a otros seguidores suyos en el resto del mundo, que están obsesionados de manera patológica con el tema de la inmigración. A ver cómo se defienden en el Juicio Final cuando oigan: «Fui forastero y no me acogisteis».

 

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