Dos españoles, que al parecer se encontraban haciendo turismo, han sido detenidos en Venezuela acusados de ser agentes del CNI y preparar un golpe de estado. Se agudiza así la crisis diplomática existente entre ambos países, por si no hubiera suficientes frentes abiertos a los que atender dentro de cada uno.
En España, por ejemplo, es noticia la crisis migratoria. Fuera de control, causa conflictos entre el gobierno central y el de las comunidades o regiones más afectadas.
A diario la actualidad nos muestra despliegues policiales a ambos lados de las fronteras, dramas a bordo de las pateras que llegan sin cesar a las costas españolas, tragedias de los que no lo consiguen. Genera impotencia la escasez de recursos a la hora de seguir los protocolos establecidos con el fin de acoger a esas personas. Y más aún la falta de una solución razonable.
Otro tema recurrente en los informativos y en las conversaciones cotidianas es el precio de los alimentos, en niveles que rozan lo inasumible para muchas familias. Claro que los supermercados maquillan las subidas con estrategias como sustituir los componentes habituales de ciertos productos por materias primas más baratas, cheapflación.
O la reduflación, que consiste en reducir la mercancía en tamaño o cantidad mientras el importe no varía. Picaresca, engaño o falsificación. Así se califica de forma amable a estas prácticas de dudosa legalidad. Una injusticia flagrante, aunque legal, suponen en muchos casos las importaciones de productos de otros países que no cumplen los requisitos y controles exigidos por la Unión Europea. Además de hundir a los agricultores y ganaderos europeos se pone en riesgo nuestra salud.
Situaciones provocadas por una misma causa, la política. Exterior, comunitaria, nacional o regional. Para ser más exacta, la mala política cegada con rivalidades, con echar balones fuera o llenar las arcas. Esa que ignora a las personas y obvia su deber de velar por un mundo, presente y futuro, sostenible para todos.