Mirad esas playas,
orfandad de sus aguas oscuras,
en islas luminosas,
clamor de olas y latidos,
cartas con lacre amargo
que nadie enviará a sus casas.
Náufragos de Líbano,
de Mali,
de Bagdad,
playas insólitas,
arena color sangre,
se alzan los días de niebla,
como si soplase un viento oscuro,
como si las besase,
a medianoche,
un cuenco de espinas.