16/01/2024
 Actualizado a 16/01/2024
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Es frecuente acuñar expresiones en momentos difíciles o encrucijadas que te depara la existencia, como «la pandemia nos hará mejores», yo tengo serias dudas de que alguien llegara a creer ésta ni en los momentos en los que la vida, es su acepción más amplia, se empeñó en demostrarnos la insignificancia de nuestro ser y nuestra vulnerabilidad como seres vivos. No sólo la pandemia no nos hizo mejores, sino que ni tan siquiera hemos aprendido ninguna lección de convivencia tras superar una situación de epidemia mundial a causa de un virus altamente contagioso y letal que puso en jaque nuestra forma de vivir hasta el momento conocida.

Tras finalizar el pasado simulacro de paz y amor navideño he empezado a pensar que esto no lo arregla ni el Señor Lobo de ‘Pulp Fiction’. El individualismo, el egoísmo y la polarización empiezan a ser preocupantes en una sociedad que parece empeñada en no entenderse nunca. No es mi intención caer en el catastrofismo que recriminan a los plumillas hoy en día, mi condición de plumilla aficionada y ocasional quizás haya podido contagiarse de ese mal pero es que nos lo ponen realmente difícil entre los pseudoepidemiólogos indignados porque se obligue a llevar mascarilla en centros de salud y hospitales, un pequeño gesto que incide directamente en el descenso de incidencia de enfermedades infecciosas respiratorias que colapsan nuestra maltratada sanidad pública, o los «expertos en medio ambiente» afirmando que el parón biológico marino que provocó el vertido del prestige fue lo mejor que le ha pasado en las últimas décadas a Galicia.

El Nunca Máis, que hace 20 años escucharon las costas gallegas, suena hoy como otro eslogan más vacío de contenido y de aquellos hilillos de entonces, estas bolitas de ahora que se atraviesan en el gaznate al ver cómo destrozamos un mundo que no es nuestro y encima hay quien se empeña en negarlo utilizando la ignorancia como instrumento de divulgación, aquellos que siguen pensado que al mundo sólo lo hace girar el dinero y que, visto lo visto, no aprenderán ni con las siete plagas de Egipto porque no quieren aprender para que nada haga peligrar su estatus. El precio que están dispuestos a pagar por ello es muy alto, el problema es que el dinero con el que pagan es de todos.

En estas seguimos en el 2024, cada vez más desafectados de la clase política, sin darnos cuenta que en muchos aspectos no son más que un fiel reflejo de la sociedad empoderada de derechos y renegada de obligaciones que pretende representar. Seguimos con el terror del exterminio en Gaza, seguimos sumando asesinatos de mujeres a manos del terrorismo machista y Galicia llora de nuevo como en los hermosos versos de Rosalía de Castro: «Cuando pienso que te fuiste, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, vuelves haciéndome mofa».

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