Ahora más que nunca, cuando quienes a diario protagonizan los medios de comunicación españoles son tipos como Trump, Putin, Ábalos, Monedero y compañía, es conveniente recordar a personas de la talla humana de Nicolás Castellanos, el único obispo que conozco que renunció al cargo y se enfundó el mono de misionero para ir a trabajar a miles de kilómetros, a una región necesitada de solidaridad.
Nicolás Castellanos Franco acaba de fallecer con 90 años en Bolivia, país que eligió para llevar a cabo una ingente tarea solidaria a la que denominó Proyecto Hombre Nuevo. Nació en 1935 en Mansilla del Páramo, localidad que apenas supera el centenar de habitantes. Fue religioso Agustino antes de ser nombrado Obispo de Palencia con 43 años. En 1991 Juan Pablo II le concedió la licencia para desarrollar su verdadera vocación en Santa Cruz de la Sierra, una poblada ciudad boliviana en la que cohabitan el desarrollo y la miseria.
Entre sus múltiples reconocimientos y galardones, en 1998 fue Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, en 1999 Leonés del Año, en 2002 Premio Valores Humanos de Castilla y León, en 2006 el Gobierno español le concedió la Medalla de Oro al Trabajo, en 2022 recibió la Medalla al Mérito Profesional de Castilla y León y ese mismo año fue uno de los candidatos al Premio Nobel de la Paz. Una pena que la política internacional, como suele ser habitual, le privara de un prestigio más que merecido.
En 2002 tuve el privilegio de entrevistar Nicolás Castellano en TVE porque la Asociación de Fabricantes de Juguetes le había concedido un Premio a la Labor Humanitaria. Me contaron que escribía unas preciosas cartas, rogando que las fábricas le regalaran juguetes con los que hacer felices a las niñas y niños de los barrios en los que se dejó el alma. Después de miles de entrevistas en cuarenta años de profesión, la de este SEÑOR es de esas imposibles de olvidar. No se puede ser más humilde, generoso y altruista en esta vida. DEP