Cristina flantains

No bebas del agua de Corinto

03/01/2024
 Actualizado a 03/01/2024
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Todas las vidas tienen un mapa, pero no es el mapa de un viaje, como en clave romántica se podría pensar que es la vida, sino que es el mapa de un paraje con su paisaje implícito: un río que lo atraviesa, un bosque, un lago, una cordillera con una montaña prominente y su valle aledaño en el que, de vez en cuando, ocurren maravillas. 

En cada paraje, los acontecimientos que suceden emanan de un orden cíclico, un orden inherente a la identidad de ese paraje, y todo lo que allí habita se deja transitar, mansamente, por ese precepto, no porque no conozcan otro, sino porque es su realidad, su fundamento. 

En la montaña vive un humano cuya cualidad es la consciencia y cuya razón de ser consiste en mover su realidad montaña arriba y montaña abajo, una y otra vez. Estoy segura de que al leer esto se habrán acordado de Sísifo. Pero aquí lo voy a versionar, planteándolo como aquel personaje de la mitología griega que se hizo célebre cuando acusó a Zeus de imponerle el castigo de empujar una gran roca hasta la cima de una colina en el Hades (así se llamaba su paraje) para dejarla caer y volverla a subir eternamente, como hacemos todos. Lo que le diferenciaba del resto es que él creía que era un castigo cuando lo cierto es que era su sino. 

Nuestro sino, con un compás tan cíclico como el de nuestro paraje, es levantarnos para ir a laborear y volver a casa para volver a ir a laborear.

Cuando Sísifo empujaba su piedra colina arriba presa de un esfuerzo sin par, vaciada su mente de pensamiento alguno, con el único objetivo de alcanzar la cima, sólo estaba cumpliendo con su destino. En este escenario, es difícil encontrarle un sitio a la esperanza, salvo si una es capaz de instalarse en la expectativa que puede tener llegar a ese final que lleva implícito un principio, a sabiendas de que el nuevo ciclo no entraña nuevas posibilidades, pero sí la oportunidad de ahondar en las ya dadas.

Apelando a la mayor cualidad de ese ser humano que habita la montaña, a su consciencia, hay que imaginarse a Sísifo descendiéndola con el corazón henchido porque bajando ha descubierto que la lucha por ganar la cumbre ya no basta para llenar el corazón de una persona; hay que buscar al ser en la bajada. Y sí, como dice Camus, intentar siempre verlo feliz.

Feliz Año Nuevo, amigos y amigas.

 

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