08/03/2025
 Actualizado a 08/03/2025
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El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Turk, ha advertido del «poder sin control» de los «oligarcas de la tecnología», no elegidos democráticamente, y ha pedido «una intervención de los Estados para evitar su manipulación».

Y es cierto. Dentro de las actuales dinámicas de poder juegan un papel fundamental personas y empresas que tienen nuestros datos, saben dónde vivimos, en qué trabajamos, a qué dedicamos nuestro tiempo de ocio, qué pensamos y hasta nuestro estado de salud.

Pero no es menos cierto que el tal Volker Turk tampoco ha sido elegido democráticamente. Como no lo ha sido nadie en la monstruosa burocracia que dirige todas las instituciones internacionales, particularmente la Unión Europea.

La cuestión es cuál de los dos polos de poder es más peligroso para nuestra libertad. Por un lado tenemos a los tales oligarcas de la tecnología, que utilizan la ingente información que recaban para tratar de vendernos cosas, y en ocasiones para sugerirnos a quien tenemos que votar. En último término sigo siendo yo quien decide lo que compra y a quién vota, incluso quien toma la decisión consciente de dejarse informar por uno u otro medio conociendo perfectamente su orientación.

Por el contrario, los burócratas de las instituciones internacionales utilizan su capacidad regulatoria para tratar de obligarme a vender mi Seat Altea, que funciona perfectamente y tiene otros 10 años de vida por delante, y gastarme 40.000€ en un cacharro eléctrico totalmente antieconómico, o para generar una crisis energética a cuenta de las renovables que me hace pagar decenas de veces más por el gas de mi calefacción y la luz que utilizo para escribir esta columna.

El nivel de peligro que encierra cada uno, si de proteger la libertad se trata, se deja ver clarísimamente en la conclusión de las declaraciones de tal señor Turk que reproducíamos al principio de esta columna: para él es necesaria «una intervención de los Estados» para evitar la manipulación de las tecnológicas. ¿No será que Internet, el campo de acción de las tecnológicas, es el último reducto de la libertad, el último lugar donde uno puede realmente escoger medios de información no influenciados por el poder político?

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