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No es época de sabañones

26/01/2025
 Actualizado a 26/01/2025
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Dice Manuel Vicent en una maravillosa entrevista que en una hora de vida y a doscientos metros a nuestro alrededor, está el mundo. La vida entera cabe en ese espacio-tiempo. En el mendigo de la esquina están todos los mendigos del mundo y el trayecto de un niño al colegio es un viaje a la isla del tesoro. En la mochila lleva la isla, el pirata y el tesoro. Y continuando con él, tropiezo con una antigua columna suya titulada ‘La tortilla’, que no puede ser más oportuna. En ella, Vicent describe una estampa tan sencilla que puede verse a diario en cada casa. Una mujer bate huevos para hacer una tortilla mientras su marido lee el periódico y, de fondo, se oyen las noticias. Esas que llevan cadáveres, escándalos y cosas terribles, sin conseguir que ella deje de batir huevos, ni él abandone el periódico. Ya nada les altera, ya están «desactivados», todo les es ajeno menos esa pequeña labor que cada uno se trae entre manos, porque la dosis de información tragada les ha inmunizado.  Al final, ella dice al marido lo que le ha parecido oír: que empezó la tercera guerra mundial. Lo dice sin inmutarse ni dejar de batir. Y Vicent se pregunta qué puede ser más importante que una tortilla, qué noticia puede afectar a esa mujer lo suficiente para que deje de batir huevos. 

Me los imagino perfectamente esta semana, cada uno a lo suyo, sin apenas movimiento en la escena, salvo fugaces miradas al Señor Trump y al sombrero de su esposa, mientras tomaba posesión  y firmaba órdenes ejecutivas compulsivamente. Sin alterarse, porque todo aquello está fuera del diámetro de su vida, sin saber que la tinta de su rotulador se desparrama sobre el mapamundi, emborronándonos a todos. Por eso ella siguió batiendo huevos mientras sonaba un discurso en el que cada palabra acababa en fobia, en boca de alguien para quien `derechos humanos´  son quince letras unidas al azar y sin sentido, y cambio climático significa que quizás llueva mañana. Y él siguió ojeando el periódico porque lo del petróleo, el gas y Alaska le quedan demasiado lejos. Ni se inmutaron viendo aquellos militares poniendo rumbo a la frontera con México, que bastante tienen ellos con lo de la caldera del colegio del nieto.  

¿Otra vez la caldera? Otra vez. Ese ha sido el clamor de la semana en los medios locales. Lo de las averías de las calefacciones en los colegios públicos de la provincia, no es nada nuevo. Es distinto porque el frío es otro, pero es el mismo problema que ocupó páginas el año pasado, y el pasado, y el  anterior al pasado, sumando capas de abandono en los centros públicos de León, en los que el frío se matricula cada año y es delegado de la clase. Ya es cosa de fidelidad mirar cada invierno cómo va el asunto de las calderas del IES Eras de Renueva, que ya vienen de lejos sus averías. Calderas que, según los técnicos, hace tiempo que debieron jubilarse, pero los técnicos de la Dirección Provincial de Educación no ven problema en ellas. La misma Dirección Provincial de Educación que califica de «aulas confortables» a clases con 10 grados, en la Escuela de Adultos  Faustina Álvarez, donde los alumnos también permanecen con abrigo en clase. Otra historia que viene de largo y ante la falta de soluciones, lo han denunciado ante el Procurador del Común y ante el Defensor del Pueblo, lo han llevado al juzgado de Guardia de León y al juzgado de lo Contencioso administrativo. Y como cada invierno, tampoco faltan en la lista de damnificados el Luis Vives o el Bellido, donde hemos visto a sus alumnos protestando con mantas, pijamas y pancartas, al grito de «Menos discursos y más recursos». Mantas como signo de protesta mientras se les propone como solución, agrupar a los alumnos en una zona del instituto y calentarlo con cañones de calor y radiadores eléctricos.

La semana en que nos visitó la nieve y adornó los patios por un rato, los colegios competían entre ellos, dando titulares a los periódicos, ocupando tertulias radiofónicas y mostrando alumnos con abrigo, gorro y guantes en clase y  fotos de termómetros, a ver quién tenía el frío más grande. Semana de madres protestando y comprando ellas mismas los radiadores eléctricos, mientras los responsables de la cosa se tiran el balón unos a otros, recitando qué competencias corresponden a la Junta De Castilla y León y cuáles al Ayuntamiento. Ya tenemos respuesta a la pregunta de Manuel Vicent. El supuesto comienzo de la tercera guerra mundial no fue suficiente, pero la caldera del colegio del hijo o del nieto sí lo es, que está en los doscientos metros de diámetro de su mundo. Que el niño pase frio en clase es lo único que hace soltar el plato a la mujer, coger la mochila y, haciendo hueco entre la isla, el pirata y el tesoro, añadir otro jersey gordo, por si acaso. Por fin, la mujer dejó de batir huevos, que ella supo de frío cuando no quedaba más remedio y con un brasero se apañaban todos. Que a su nieto no se lo toca nadie y ya no es época de sabañones. Pero Mañueco andaba por Villadangos y desde allí, no pudo oírla. 

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