No hay buses en el horizonte de Nava

11/07/2024
 Actualizado a 11/07/2024
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Cuando un coche diésel está llegando al final de su vida útil, te va avisando con su chivato rojo de alguna que otra dolencia pasajera, cada vez más grave, hasta que de repente un día decidirá que se acabó lo que se daba, que los cables se desconectaron y que ya no tiene carburante para continuar la ruta. Mi ‘carro’ blanco todavía no pide desguace, pero sí está pasando temporadas en una UCI grasienta gestionada por un mecánico que es más bien poco dado a explicaciones, pero sí resuelve, es decir, todo lo contrario al consejero que despliega en cada pleno toda su palabrería sobre el apoyo de la Junta a la sanidad pública mientras aquí el Hospital de León sigue sin la ampliación de camas que se prometió en la pandemia.

Además de las sanitarias o las educativas, que tantas polémicas han generado este curso, Valladolid tiene también las competencias del transporte metropolitano y tampoco en esto destaca por su celeridad y compromiso con esta tierra, pues lleva más de 20 años prometiendo mejorar la conexión de León con su área metropolitana. Sorpresa, sorpresa: no hay buses en el horizonte de los altos de Nava. Sólo hay uno cada hora para unir a la capital una localidad en la que viven muchos adolescentes para los que bajar a León es una experiencia tan hostil como la que relató María en estas líneas sobre su incómodo camino a la redacción entre andamios. 

Uno de los avisos del abandono hacia mi persona por parte de mi viejo coche francés –país al que parece que los españoles seguimos odiando sin razón– coincidió con las fiestas de San Juan, cuando recordé que los búhos se han extinguido en Villaquilambre. El último autobús salía a las diez y cuarto y te obligaba a escoger entre estar en casa de día, pagar un taxi o a caminar cinco kilómetros de madrugada. ¿Qué pasó con los búhos que había en los 2000? ¿Qué ocurrió con las frecuencias de 20 minutos para un municipio que han convertido en un pueblo–dormitorio sin vida para los jóvenes? Ya desde León te avisan de que no hay interés por los zardinos, pues ni siquiera han puesto en Padre Isla una marquesina para protegerte de la tormenta. 

Luego vas a Salamanca y desde una localidad que tiene un tercio de la población que suman los pueblos de Navatejera y Villaquilambre juntos tiene autobuses cada media hora y los sábados hasta las tres y media. Será que la provincia charra se siente castellana, aunque no lo sea, y es además la tierra de Mañueco, por lo que allí la Junta de C. y León –como le gusta decir a los leonesistas– sí invierte y, además, sin logos de grandes dimensiones por cada esquina que van provocando más que un mitin de Vox en Vallecas.  

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