06/11/2024
 Actualizado a 06/11/2024
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Como es tradición por el día de los difuntos, en algunos sitios todavía se representa ‘Don Juan Tenorio’. En mi pueblo y en algún teatro de Valladolid aún se hace. No en vano de ahí es José Zorrilla.

Para ‘Tenorio’ se basó en ‘El Burlador de Sevilla’, de Tirso de Molina. Cambiando algunas cosas; en el de Tirso el Burlador se condena y en el de Zorrilla, se salva. Siguiendo en la tragedia, he repasado ‘Don Álvaro o la Fuerza del Sino’, del Duque de Rivas. Que dio lugar a la Opera de Verdi –‘la Forza del Destino’–. Así como la de Don Juan lo hizo con Mozart en ‘Don Giovanni’. La de Espronceda, te arrastra por el reguero de sangre que don Álvaro va dejando por donde quiera que pase. Tremendo. Pero la tragedia literaria, poco tiene que ver con los dramas reales: Eros y Thanatos: El amor y la muerte. A uno lo buscas, la otra te encuentra. Me refugié en la literatura para evadirme, pero los gritos del coro no afligen tanto como el desgarrado clamor de un pueblo.

Con el Diluvio se ha ido la máscara de Sánchez, mostrando su mezquindad y la de la caterva que le rodea. Salió como el cobarde que es y lloriqueando por el merecido palo. En esta ocasión, la gente no coreó lo de Chapote –que ya está consumado– sino gritos de «asesino… asesino», pues, pudiendo evitar la matanza, no lo hizo. En pleno diluvio y mientras los españoles morían en Valencia, Sánchez aprovecha para corromper la televisión y demás órganos de manipulación.

En la pandemia, la solución fue la represión y el confinamiento. Por complacer a las feminazis autorizó la manifestación que disparó el virus en forma exponencial. Al cabo, todos encerrados y su gobierno haciendo negocio con el tráfico de mascarillas.

Las desgracias se amontonan: Lorca, La Palma, Valencia… Nada podéis esperar de esta calaña. Respecto al drama de Levante, no encuentro palabras.

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