Jorge Brugos

No nos iría mejor con 13 diputados leoneses

08/07/2024
 Actualizado a 08/07/2024
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Dice José Antonio Díez que de tener León trece diputados en el Congreso la moción autonomista aprobada en la Diputación habría tenido más fuerza. Vaya iluso. Esa tesis optimista parte de la premisa y de la fe hipotética en que los diputados de nuestra provincia diesen la cara por la tierra que representan. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los políticos que engrosan las listas electorales no son más que un recluso número en la prisión partitocrática. Lo ideal sería que los representantes de las circunscripciones se involucraran en el impacto de las políticas de Madrid en su territorio, pero la realidad es que a la hora de la verdad los diputados leoneses van a votar lo mismo que los de Valladolid, aunque la medida ratificada con el apriete de botón perjudique a su patria chica. En otras ciudades de la España que se vacía cuál cáscara ante las tajadas que saca Madrid, tienen más de una docena de diputados en la Cámara Baja y no se crean que corren mejor suerte que León; en el sorteo de la lotería legislativa tener más boletos no te asegura que te lleves el premio. 

La capital es un polo de atracción no solo para el poder económico, sino también para el político, si Frank Underwood dijo en House of Cards que el mero hecho de pensar en el despacho oval ya otorgaba un poder infuso al que lo ansiaba, el sentirse participe en los cenáculos del pequeño Madrid del poder embriaga espirituosamente a los diputados de provincias que les emborracha sumiéndose en una resaca que no se pasa nunca; les conquistan los Martini del bar del hemiciclo a un módico precio. El ajetreo metropolitano te absorbe hasta tal punto que en ocasiones los regentes de la soberanía nacional emanada del recóndito rincón del que proceden se olvidan de sus orígenes políticos. Siempre cuento que un día conocí a una diputada que estaba tan hechizada por el embrujo madrileño que relataba cada episodio cotidiano como si se tratara de un acto de Estado. 

Todos merecemos al menos una vez en la vida nuestros cuatro años de gloria.

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