Hace apenas unos días, los Reyes visitaban León, en una jornada muy especial en la que los leoneses, en general, éramos conscientes de lo que eso significaba. Y, además, a quienes nos habíamos portado bien durante todo el año, nos traían regalos…
Poco después, el pasado 10 de enero –hace exactamente una semana– otros reyes, en este caso los de España, también visitaron León, estos para entregar al colegio Gumersindo de Azcárate de la capital el premio ‘Escuela del Año 2022’ que otorga la Fundación Princesa de Girona a centros educativos «que destacan por su voluntad de transformar la educación, su labor emprendedora y su talento innovador». Es pues, además de una experiencia inolvidable para la comunidad educativa, motivo de orgullo para el centro, que ve así reconocida su labor que, a buen seguro, lleva implícita una enorme dedicación. Enhorabuena, pues, por el galardón.
Y, como cabe suponer, la visita de los monarcas conllevaba una ‘puesta a punto’ del centro educativo y de su entorno. Y, entre otras cuestiones, las banderas que ondeaban en el edificio –la de León, la de Castilla y León y la de España– estaban deterioradas, por lo que se dispuso cambiarlas. Pero hete aquí que a la Junta de Castilla y León –¡oh, sorpresa!– se le ocurrió quitar la de León y poner en su lugar la de Europa –aunque finalmente se dio marcha atrás–… ¿Que por qué? Pues, la verdad, no te sé decir… No vayamos a considerar que fuera con intención de ‘borrar’ lo leonés –¿cómo pensar tal cosa? ¡Por Dios!–; tal vez se quisiera destacar la importancia de la Unión; o, simplemente, se prefería el color azul; vete tú a saber… Pero, desde luego, lo que sí se consiguió fue enredar… y dar que hablar…
El problema, que quede claro, no era la enseña europea, sino que se quitara la de León. Y es que, para los leoneses, es uno de nuestros más preciados símbolos. Una importante seña de identidad. Nos representa. Nos identifica. Nos une. Y estamos orgullosos de ella. Así que, que no nos toquen… la bandera.