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No solo en el hombre hay amor

30/06/2024
 Actualizado a 30/06/2024
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Con anterioridad al siglo XX, la carne de ballena era alimento general en casi todas las costas del mundo. Se cocinaba alternando con otras carnes entonces más caras, como la del cerdo, cordero o vacuno. Si bien, el aprovechamiento de los cetáceos como consumo cárnico no era entonces su principal aprovechamiento. Lo más importante era su grasa como fuente de energía, iluminación y ámbar gris, además de la piel para curtidos, zapatos y abrigos. 

Asociada a la penuria económica de la postguerra, en España la carne de ballena era frecuente recurso nutritivo para los menos pudientes. Recuerdo de niño, en aquellos duros años de racionamiento, que mi madre acudía con frecuencia al mercado de Abastos en la Plaza del Conde Luna a comprar carne de ballena. Resultaba el alimento más barato (entre 5 y 6 pesetas el kilo) en comparación a las otras opciones cárnicas. Mamá la fileteaba a modo de bistec, muy similar a los de ternera, con un sabor típico, entre vacuno y pescado. Rebozado con harina y huevo, era para mí uno de los platos preferidos.

Desde mediados de los años setenta del pasado siglo la carne de ballena dejó de comercializarse en España, quedando absolutamente prohibido su abastecimiento como alimento. Más tarde, en 1986, se dictaminó una moratoria que acabó siendo aceptada por todas las naciones, acabando de este modo con la cacería indiscriminada comercial de cetáceos. Si bien a países como Islandia, Noruega y Japón se les consintió el consumo interno para no interrumpir costumbres ancestrales. En este último país la ballena representa aún hoy el 1,7 % del consumo de carne.

Se sabe desde bastante tiempo atrás, que las ballenas cantan y sienten pena cuando una compañera o compañero se muere. Ahora podemos estar seguros que los cetáceos también se enamoran. Lo confirma un estudio realizado por dos científicos del Consorcio Neyorquino para la Primatología Evolucionaria, Patrick Hof y Estel van der Huft, quienes han detectado que el cerebro de las ballenas cuenta con un tipo de células que hasta ahora se creía solo existían en los humanos y grandes primates. Las células en cuestión permiten experimentar amor y emoción. El informe se publicará en la revista especializada The Anadomical Record. El diario británico Independent on Sunday ya divulgó hace años que tal descubrimiento «podría cambiar la visión que tenemos de las ballenas», las cuales continúan siendo aniquiladas en los tres citados países con supuestos fines «científicos» y comerciales.

Según el profesor Hof, el descubrimiento ha llegado por sorpresa tras quince años de estudiar el cerebro de los cetáceos. La «célula del amor» se ha hallado en cuatro especies de ballena de gran tamaño y su presencia significa que los primates no fueron los primeros en desarrollarla durante treinta millones de años. Además, cuentan con tres veces más células de este tipo que los humanos. Estas células les ayudan a procesar emociones y activan la interacción social. Aunque son las que permiten a los humanos sentir el amor, hará falta profundizar si las ballenas sienten el enamoramiento de la misma manera.

Antonia S Avaaz me comunica que Islandia ha concedido una licencia al magnate ballenero Kristyán Loffsson para matar 128 ballenas de aletas o recuales, unos animales fascinantes que, como ya se ha comprobado y queda dicho, se enamoran. Y durante el duelo experimentan un profundo sentimiento emocional, tardando hasta dos horas en morir después de recibir con gran sufrimiento el arponazo que las elimina. No solo, pues, en el hombre hay amor. Vivan las ballenas.

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