Los directores de colegios e institutos van a nombrar esta semana un tutor para cada grupo de alumnos entre los profesores que impartan clase, como una parte de su función docente. Me gustaría destacar lo que yo creo que es la tutoría y cómo debe ser un buen tutor.
Considero tan importante esta tarea para la formación de un niño que siempre he defendido la tesis de que un buen tutor suele asegurar el éxito de su grupo y es capaz de transformar en excelentes a los alumnos normales y a la inversa, un mal tutor puede perjudicar al grupo. Por esa razón considerábamos que el momento más decisivo en la función directiva es la selección de tutores. Ellos van a ser «todo para su grupo». Son profesores de una asignatura y, además, los responsables de lo que sucede en el aula. Se coordinan con los docentes del grupo para programar actividades y exámenes. Son el enlace entre alumnos, padres y profesores. El perfil del tutor exige unos requisitos: ‘Vocación’, debe ser voluntario y jamás un trabajo a la fuerza. ‘Carisma’, tiene que dar seguridad al alumno para que confíe en él. ‘Dedicación’, sin prisas y sin límite de tiempo. ‘Intuición’, para anticiparse a los problemas del alumno. ‘Comunicación’, dispuesto al diálogo y a escuchar al alumno. La mejor virtud del profesor tutor es la ‘bonhomía’ y saber ponerse en el lugar del alumno ante una situación difícil para entenderle y ayudarle. La palabra bonhomía, galicismo, (bonhomme, bon-bueno- y homme-hombre), entró en el DRAE en la edición de 2001. Este término hace referencia a la sencillez y bondad de una persona. Aquel que dispone de ‘bonbomía’ actúa de manera afable, sencilla, bondadosa y honrada.
El profesor, y más aún el tutor, a la vez que enseña conocimientos, también debe transmitir valores. La transmisión pura de conocimientos no consigue su excelencia si no va acompañada por los ejemplos morales de su conducta. Además de la trasmisión de conocimientos, el docente debe orientar al alumno, buceando en su personalidad, para sacar lo mejor de él. El tutor debería ser un constructor de esperanzas, un facilitador de sueños y un espejo en el que el estudiante pueda mirarse.
En mi experiencia profesional he tenido la suerte de conocer muchos ejemplos de excelentes profesores y también tutores. Me encantaría poner los nombres y apellidos, porque ellos se lo merecen, pero cometería la grave injusticia de olvidarme de otros muchos. Es envidiable la tarea de maestros y profesores que tratan de educar e influir con sus valores a los alumnos. Ellos dedican miles de horas a este trabajo y es curioso que un cargo tan absorbente no tenga ninguna remuneración económica. La única gratificación y recompensa que le queda al tutor es el cariño de los alumnos. Ellos le van a devolver con creces los frutos que sembró con dedicación y paciencia. Cuando se crea un ambiente de sintonía y convivencia en el grupo, los alumnos hacen piña con el tutor y «que no se lo toque nadie, es suyo y lo defienden a muerte». La mayor satisfacción y alegría para un profesor, ya jubilado, es encontrarse con un alumno que le agradece los valores que le inculcó y su ejemplo en defensa de lo correcto y de culto a la verdad. Esto no se consigue en poco tiempo, pero el fruto final es el premio que los profesores, ya viejos, verán al descubrir que sus alumnos han seguido el camino correcto debido a sus enseñanzas tanto de palabra como de ejemplos.
Una buena educación cambiará a la sociedad y a los valores que representa. Es necesario cambiar el chip y volver a usar otra terminología en nuestro lenguaje. Hay que exponer ideas positivas que estimulen la creatividad, el optimismo, la confianza en las personas. A nuestro lado hay personas que se sacrifican por los demás, que trabajan en investigaciones o que favorecen a sus vecinos. Hay muchos datos positivos a nuestro alrededor que nos acercan a la ‘bonhomía’. Y no me importa que algún lector me tilde de iluso o, incluso, me llame «carca». Yo sé que es difícil hoy día dar crédito a lo que vemos y oímos, desde el charco en el que estamos hundidos. Asistimos atónitos a este espectáculo execrable: El pueblo está harto de que solo se hable de temas que son consecuencia de la putrefacción de la sociedad. Los medios de comunicación social sólo nos presentan casos de corrupción, violaciones, maltratos o informaciones falsas. Los que deberían dar ejemplo hacen lo contrario y administran la mentira a su antojo para mantenerse en el poder. Nuestra sociedad está a gusto con «el todo vale», las recomendaciones, «el sin esfuerzo» o «el no te preocupes, hijo, yo hablaré con el profesor».
Queridos lectores, no podemos cruzarnos de brazos viendo pasar este ‘carnaval’. Algo tenemos que hacer. El profesor es el mejor conductor de la educación y el mejor protagonista en esta bella actividad de cambio para «salir de este lodazal en el que nos hemos metido».
Una última confidencia sobre las tutorías: «Está comprobado que los grupos a los que les toca en suerte un tutor con vocación, con carisma, dedicado y comprometido tienen el éxito garantizado».