Amparada bajo el paraguas de la filología, la toponimia es una ciencia reveladora, pues nos desvela claves y significados que encierran los nombres de nuestros pueblos, ciudades, ríos (hidronimia), montañas (oronimia) y todo otro tipo de nombres propios de lugar que albergan todos y cada uno de nuestros términos municipales.
Tuvimos la fortuna de tener un consumado maestro, en la facultad de letras salmantina, que, en cuarto de filología románica, nos diera clase de toponimia: Antonio Llorente Maldonado. Desde aquellas magistrales lecciones, marcadas por una sabiduría antigua, desarrolladas a lo largo de todo un curso, nunca hemos dejado de cultivar la pasión por la toponimia.
Desde aquel curso, nos hemos ido familiarizando con autoridades occidentales en la materia, como, por ejemplo, A. Dauzat, Ch. Rostaing o J. M. Piel, entre otros especialistas, de entre los que, en su momento, nos citara nuestro llorado don Antonio Llorente.
León tiene, por fortuna, también algunos autores y algunas publicaciones de un gran interés, para nuestro conocimiento de claves significativas que se esconden en los nombres de lugar de la provincia. Podríamos citar, por ejemplo, los trabajos sobre hagiotoponimia leonesa de Luis López Santos; o el delicioso trabajo de Manuel Villares, de 1970, sobre hidronimia antigua leonesa; o los de J. R. Morala sobre determinadas áreas del Esla y de Los Oteros; o también los de V. Fernández Marcos… y otras varias contribuciones que ahora no podemos, ay, indicar.
Pero nuestro empeño de hoy es llamar la atención sobre un libro de toponimia leonesa que nos parece importante, por lo abarcador, y que, desde su ya lejana y modesta edición, en 1992, con tipografía de máquina de escribir, totalmente inencontrable, como no sea en alguna que otra biblioteca.
Se trata de la obra titulada ‘El significado de los pueblos de León’, de la que es autor Javier García Martínez, y que se editara en el propio León («Imprime: G. C.»), en el ya indicado año de 1992. Fruto de una tesis doctoral que le dirigiera a su autor nada menos que Emilio Alarcos Llorach, y que se presentara y defendiera en la propia universidad leonesa, en la facultad de filosofía y letras.
Es un libro, al par que técnico y documentado, con todos los requisitos que la filología requiere, legible, manejable, informativo y muy agradecido de consultar. Y, además, creemos, está muy bien organizado. No podemos, sin embargo, exponer aquí su estructura, pues sobrepasaría la extensión de lo que es una mera columna periodística.
Pero sí queremos, hoy, reivindicar este libro (como hiciéramos, hace semanas, con los seis tomos del ‘Léxico del leonés actual’, de Janick le Men; y como haremos con otros libros). Y proponer a alguna institución leonesa que se ponga en contacto con el autor, con Javier García Martínez, para que se reedite adecuada y dignamente y esté al alcance de interesados y estudiosos en la toponimia leonesa.
La bibliografía leonesa es un patrimonio, que, en ocasiones, sentimos que está ahí dejado de la mano de Dios, ante la apatía e indiferencia de una sociedad que, tenemos la impresión, muchas veces reivindica su identidad solo de boquilla.