09/04/2024
 Actualizado a 09/04/2024
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Vuelta a la normalidad, o a lo cada una o uno entienda por normal, con resaca semanasantera y en mi caso gastroenteritis vírica, que es la causa mágica a la que se atribuye todos los males que no sabemos de dónde vienen, que tranquiliza nuestra conciencia eximiéndonos de toda culpa que recae en el desgraciado destino por el que ese virus misterioso nos ha hecho sentirnos peor que un aspirante a leonés del año sin foto de puja devota.

Imágenes a cada cual más casposa han ido amenizando los días de descanso vacacional, lejos de lo esperado en un estado aconfesional, donde la semana santa se debería vivir como el pueblo decida vivirla, desde la religión a la tradición o simplemente el alterne, las fuerzas vivas, el ejército en algunos casos y las procesiones comulgan juntas como vestigio de la dictadura franquista a la que no hay manera de dar carpetazo en este país de la única manera posible, con memoria, justicia y reparación, no como nos quieren hacer tragar en este «modelo de éxito de comunidad autónoma» con una ley de «concordia» que busca justo lo contrario, el enfrentamiento eterno entre las dos Españas y el blanquimiento del franquismo.

El regreso a la rutina nos trajo otra nueva tragedia de violencia machista, el asesinato de otra mujer y de su hijo, la violencia vicaria como la cara más cruel, sanguinaria y salvaje de la violencia contra las mujeres, y van ocho mujeres y cinco menores en lo que va de año, víctimas del machismo estructural de nuestra sociedad, un terrorismo que debería parar el país, sin embargo pasa ante nuestros ojos con demasiada irrelevancia y requiere urgentemente de un consenso social y político rotundo y sin fisuras por la dignidad de las muertas y por la propia la vida de las vivas. Desgraciadamente nos hemos acostumbrado a una cobertura informativa sobre asesinatos, guerras y desgracias a fuerza de su cotidianeidad y a causa nuestra manipulada, débil y egoísta atención, pasa delante de nuestros ojos mientras las audiencias de realities y bodas político-reales al más puro estilo berlanguiano coronan los rankings de audiencias. 

Al menos, por lo que parece, no volveré a quedarme atrapada en una orilla del Arlanzón con mi destino en la orilla opuesta por una tractorada. No deduzcan de mis palabras que no respeto el derecho y los motivos de manifestación de nuestro sector primario que conozco por algunos periodos de ejercicio profesional como veterinaria ligada a él, por eso me disgustó que se mezclaran churras con merinas y junto a reivindicaciones justas y legítimas como una ley de cadena alimentaria que hagamos cumplir entre todos porque no hay derecho a que nadie venda por debajo de los costes de producción, se corearon proclamas que procedían de aquellos cuyos castellanos nunca han pisado un establo o una tierra de cultivo, los que sólo quieren incendiar el campo y venderse después como bomberos toreros. 

Flaco favor hacen a la supervivencia del sector primario aquellos que azuzan a las masas contra la agenda 2030, la ecología y la protección del medio ambiente, verdaderos aliados de que la agricultura y la ganadería, tal y como las conocemos, sean sostenibles en el tiempo. La ignorancia siempre hace más ruido y tiene su caldo de cultivo en el conflicto pero Tierra sólo tenemos una y conservarla nos interesa a todos y todas pero sobre todo a quienes quieren vivir de ella.

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