Pocos días me quedan ya para enfundarme las chanclas y travestirme en un dominguero más bañándome entre medusas en el Mediterráneo. Solo me falta recoger las palas de playa que llevé para que me tensaran las cuerdas. Pocos tiros nos quedan ya por esas latitudes debido al cambio climático y al calentamiento global. Quién nos lo iba a decir hace sólo unas décadas que el norte de nuestra piel de toro se convertiría en tendencia dentro de los destinos elegidos por los turistas patrios.
Estoy ya salivando de placer pensando en ese viaje hacia las deseadas vacaciones cantando a todo volumen en el coche eso de «por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tra-lará». Desde hace ya algún tiempo cuando leo ciertas noticias me viene a la cabeza la melodía de esta canción de Los Payasos de la Tele, porque ya no sé si la información es verídica o parte de un monólogo de Leo Harlem.
Uno de estos hechos curiosos, por decirlo con decoro, es que en la cárcel alicantina de Fontcalent una presa se quedó embarazada tras mantener relaciones sexuales con otra compañera de módulo. No caigan en el error de elegir la explicación más lógica y pensar que dos mil años después el Espíritu Santo volvió a hacer de las suyas. Qué va, el susodicho todavía está de baja paternal, que en el cielo eso de la conciliación sí se lo toman en serio. Por lo visto, un preso que ya había estado en varias ocasiones en esta misma cárcel cumpliendo condena en el módulo masculino, declaró que se auto percibía como mujer de tendencia sexual lesbiana y quería cambiar de género, así que pidió internamente que se la llamara con nombre femenino y solicitó ser enviada al módulo de mujeres. Lo que pasó después ya se lo pueden imaginar.
Lo que difícilmente se pudieron imaginar los pasajeros de un tren con destino a Barcelona fue el motivo del retraso sufrido en la estación de Tortosa. Resulta que un interventor y una pasajera se tomaron al pie de la letra el lema de la campaña de Renfe ‘Lo bueno puede ser más bueno’ y decidieron dejarse llevar en la cabina de la locomotora. Todo iba bien hasta que llegó el maquinista y vio cómo la pareja disfrutaba del encuentro apoyada en los mandos de conducción. Aquí cada uno que deje volar su imaginación sobre las formas de dicho instrumental. Eso sí, el maquinista se negó a utilizar dichos mandos y tuvieron que traer una nueva locomotora. Así acabó la tórrida historia de ‘Los amantes de Tortosa’.
A las pruebas me remito, es cada vez más difícil poder discernir lo que es real o no. Mientras tanto descansen unas semanas de mí, mientras yo descanso del mundo.