Nunca te fuiste, y ahora vuelves

30/07/2024
 Actualizado a 30/07/2024
Guardar

Cuando a cuatro manos pulían tu cara en barro Soraya y  Tomás no sé que extraña sensación devolvían de rescate al verles. Una fotografía tuya al lado del amigo escultor, una referencia latente que emular, para él innecesaria, porque recordaba tus gestos, presidía la mesa de trabajo. Cada uno.  Era como si tú regresaras con la batuta del concierto artístico. Yo recuerdo el «mira que te digo neniña». Que siempre era un antetítulo. Yo lo sabía, y tú subrayabas lo que iba a ir entrecomillado encabezando la charla. Siempre me sorprendía esa ruptura política con los partidos en la que siempre acabábamos.  Inconformista y peleón, a tu valle tenían que ponerle altar sí o sí, por mucho que estuviera lejos de León.

A Fornela te llevabas a comer a populares y socialistas a partes iguales -igual un poco más a los primeros- porque «mira lo que te digo, a mí con que me den algo para el valle, ya son amigos». Y lo eran. Y lo son. Aunque no estés, porque hay sentimientos que superan a la piel. Bueno, ahora se antoja tu regreso en bronce que, más que materia, te rescata para que te hagas infinito donde seguro que hubieras elegido serlo. Vicente, hoy vuelves a mirar al Carral, sentado ya sin prisa, sobre un banco de esos que luchabas por conseguir que las administraciones pagaran. Para Fornela todo porque «neniña, esto es un paraíso y nos tienen olvidados. Tienen que vernos. Como sigan sin hacerlo los dejo». Y amenazabas a tu partido con ser el alcalde sin oposición que dimitiera. Sabías lo que eso escocía. Nunca lo hiciste. Aunque te fuiste. Sin amenazar. Y dejaste una orfandad que necesitaba volverte a ver, tras ese rescate de Tomás. Para él, también, una reconciliación con lo que se escapa. A sabiendas que no es tiempo de entender, solo de abrazar. Y de hablarte mucho, imaginando lo que dirías en medio de la conversación con esa media sonrisa que arrastrabas. -Nunca te vi tan quieto Vicente. Te diría ahora. -Ya ves, como me lo quemen me levanto, dirías, destrenzando tus piernas atadas al metal para tirarte al monte. Nunca has salido de Chano, de cada piedra que me enseñaste a ver de su castro. Cada logro de Fornela es tuyo. Tomás lleva sentado a tu lado desde antes de haberte recuperado en barro, ¿quién mejor te iba a moldear? Todos quisieron verte llegar a la plaza de su mano de nuevo, donde tenían conversaciones pendientes de esas que, como tú, también son eternas.

Lo más leído