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Odiosas comparaciones

12/11/2023
 Actualizado a 12/11/2023
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Una de las cosas más entretenidas que dan por la tele y las redes estos días son las protestas en la calle Ferraz. Tienen de todo: señoras bien con melena recién cardada, ancianos del fascio, jovencitos con chalequito guateado, peperos, franquistas y abascalianos, pensionistas del barrio Salamanca, alcaldes obligados, expresidentas propias y vicepresidentes ajenos, etc. El grupo es heterogéneo en sus proclamas. Están los que dicen defender la Constitución y los que se ciscan en ella invocando a Franco y sus muchas virtudes democráticas, los que piden prisión para Sánchez y los que se conforman con la de Puigdemont siempre que Sánchez muera torturado; hasta hay quienes defienden la Constitución cantando el ‘Cara al sol’. Acojonan ciertos compañeros de la derecha, la verdad, dan ganas de aceptar lo que sea y ya. He oído a un manifestante afirmar que este es su 15M. Da bastante risa, por supuesto, pero veamos, pese a todo, aparte cifras y acontecimientos.

El 15M pedía aplicar la Constitución, pero en el articulado ignorado por sistema y por el sistema. Demandaba justicia social, fin de la corrupción, feminismo, pacifismo, ecologismo, protección al desamparado, participación democrática, extensión de derechos y definición de deberes…. Su conclusión acabó también con gran parte de movilización de la izquierda: la institucionalización de su grupo más organizado y la conversión en pactismo y posibilismo de muchas de sus peticiones (la conversión de sus sueños en política) levantó las tiendas de campaña para una temporada larga y desinfló las abnegaciones personales y colectivas que exigía una implicación como aquella.

No cabe duda de que algo parecido sucederá con esta de ahora: la decepción ante una rotura del país y un apocalipsis democrático que nadie sensato percibe acabará por amansar a los neófitos y devolver a sus cubiles a quienes les acompañan con el puño en alto y la bronca fácil. Sin embargo, estas protestas de ahora demandan objetivos, digamos, más turbios. En el lado más tranquilo, el fin de unas negociaciones políticas legítimas, petición capciosa a las puertas de un partido ajeno, algo que no tiene nada de demócrata (al gobierno le pedimos todos; a los partidos, sus votantes). Y una demanda de elecciones por parte de aquellos a quienes la aritmética parlamentaria no les llega (tampoco muy demócrata). Se critica una amnistía que pocos dudan hubiera ofrecido la derecha de haber podido (las rehabilitaciones de Feijóo lo delatan), uno de cuyos objetivos es evitar precisamente la ruptura que anuncian los heraldos de la catástrofe a cuya hoguera no dejan de echar leña. Por el lado más borroka, se apropian de la condición de español (negándosela, por cierto, a los independentistas, lo que les da la razón) y de una Constitución a la que mancillan juntándose con quienes exhiben proclamas y símbolos fascistas.

Puesto que se me acaba el espacio de la columna, a ustedes les tocará juzgar cuál de esas causas es noble y justa.

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