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La ofensiva del carril bici

10/09/2023
 Actualizado a 10/09/2023
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Se diagnosticaba hace años el final de la política y ha resultado que cada día hay más. No solo eso: cada vez unos y otros oponen más su modelo para la vida de los ciudadanos, un modelo que oscila de forma acusada entre la cordura y una insensatez producto de contraponerse a ella como sea, aun a costa del bienestar de todos. En el proyecto de ciudad, por ejemplo, existen posiciones nítidas que han trasladado su encrucijada y la polémica a los carriles bici, convertidos en símbolo y línea divisoria entre la izquierda y la derecha, cuando en realidad lo son entre el futuro y el pasado.

Nadie en su sano juicio puede restar validez a esa alternativa, pero los ayuntamientos gobernados por la derecha y la ultraderecha al alimón empiezan a distinguirse por la satanización y eliminación de carriles que acababan de estrenarse, muchos de los cuales se financiaron con fondos europeos destinados a conseguir una ciudad y un entorno mejor y que, ante la estupefacción de casi todos, se destrozan con un costo parecido o superior al que supuso su trazado. De locos. Literalmente.

Quienes están en contra o no lo ven claro usan argumentos hasta cierto punto graciosos, como ese que habla de un clima hostil para el uso de la bicicleta. Se les quedó grabado lo de las bicicletas y el verano y no reparan en el centro y norte de Europa (es un ejemplo) donde, por lo visto, debe hacer menos frío y caer menos lluvia que, digamos, en León. Se oye también que los ciclistas no respetan las normas de tráfico como si los conductores lo hicieran siempre o fuera lógico imputar a un medio de transporte abusos concretos. Son solo pretextos. Se alude además al hábito: que no estamos acostumbrados; razonamiento parecido al de la tradición. Como si costumbre y tradición fueran impresas en el ADN y no mudaran al albur de los tiempos, resultando aquellas al fin un lastre ante cambios oportunos y necesarios. No tiene uno más que ver una fotografía antigua de esta misma ciudad para darse cuenta de que hubo una época en que las bicicletas proliferaron frente a muy escasos coches. Lo que entonces era un signo de escasez o de un incipiente tráfico a motor debería ser hoy un indicador de responsabilidad y respeto a nuestra casa común. Lo contrario es un negacionismo urbanístico y racional de proporciones ridículas que nos cuesta dinero a todos y, lo peor, costará salud a varias generaciones. Me resulta curioso que se insista en las cacas de los perros (y en su pis) menos que en la porquería de los tubos de escape. Hay inmundicias que no se pisan, se respiran y de ahí no se limpian.

Quizás no sean la solución definitiva (nadie la tiene) y ni siquiera la óptima, pero seguro que los coches son la peor. Cuando veo un carril bici en tela de juicio, como cuando fue una peatonalización, imagino al típico individuo aparatoso con el típico coche aparatoso pitando a todo lo que da y bajando la ventanilla para aullar algún improperio. Solo que esta vez nos insulta a todos.

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