Pues ni una cosa ni otra. Recuerdo un caso imperdonable de corrupción delirante, perpetrado por el clan de los Puyoles. Una saga que emularía al mismísimo Padrino de Coppola. El escenario, naturalmente sería, la casa de la familia, ‘la famiglia’, donde cada cual tenía su rol. Curiosamente no disponían de un padrino, sino una madrina. La Ferrusola, que se hacía llamar «la madre superiora». Los exteriores, en la Generalidad y Andorra la Vieja, adonde el primogénito, alias ‘el capellán’, se encargaba de poner a buen recaudo unas bolsas de basura repletas de dinero negro que, por la alquimia convertía en blanco. Y es que la familia es una institución fundamental para las mafias que se conjuran y reproducen como hongos. La película tuvo final feliz, pero tengo la sensación de que nos robaban con cachondeo, aunque pueda ser que yo no entienda de humor catalán. Valió la pena. Pero no es agua pasada.
El flujo del dinero siguió su curso y, buscando otro final feliz, más reciente y descarado, está el caso de los ERE, en cuyo ‘reparto’ (al margen del dinero) figuraban Chaves y Griñán, como protagonistas. La pasta la repartirían entre los trescientos imputados y ambos cabecillas que viven su edad dorada con el confort del dinero robado.
Pero el caso más repugnante, son las orgías de Fuentes Curbelo, alias Tito Berni, donde no faltarían prostitutas, drogas, cubatas y dada la edad de los concurrentes, un cargamento de Viagra. En cuanto al uso del dinero robado, es similar al de los otros clanes, lucrarse. Final feliz.
Para ser más justos, otra familia en espera de un idílico final feliz, como no podría ser de otra manera, es la del presidente del gobierno, el cuñado de su mujer y ésta misma.
En otro orden, pero también repugnante, el entusiasmo desatado en la familia terrorista. Nunca matar fue tan barato, ni estragos ni asesinatos. Ya se ven en la calle, una vez perdonados los 220 años de condenas pendientes e indemnizaciones. Se han quitado la máscara y ocupan las instituciones que la debilidad del presidente les otorga. Ya está consumado su malévolo atentado: mantener en el poder a Sánchez, para regocijo de separatistas que, una vez fuera de España, verán la tragedia como algo que no sucedió. El sanchismo acabó con el PSOE y va siendo hora de replantearse lo de los 100, ¿cuarenta?, ¿siete años?, ¿o cuatro semanas y media… de honradez?