27/01/2025
 Actualizado a 27/01/2025
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La política nacional española no puede resultar más cutre. A los hechos me remito. El desgobierno que impera en este país es casi obsceno. Sin presupuestos generales un año más, con los partidos nacionalistas e independentistas esquilmando el Estado y con los territorios despoblados cada vez más abandonados, bajo el yugo de una absurda lógica parlamentaria originada por una desfasada Ley Electoral.
Incapaz de llegar a cualquier tipo de acuerdo o pacto con la oposición, el Gobierno se ha echado en manos de personajes como Otegui, Rufián o Puigdemont. Lo mejor de cada casa. Así le va a Pedro Sánchez. Y así nos va a todos. Asuntos esenciales para mejorar la vida de la ciudadanía no salen adelante en el Congreso porque lo último en lo que están pensando sus señorías es en la gente. La ideología y el servilismo mandan.

El abusivo truco de los decretos ley repletos de ingredientes que no guardan ninguna relación entre sí se ha vuelto contra sus promotores. El reciente caso del llamado decreto ley ómnibus es más que elocuente. Meter en el mismo saco, entre otras cuestiones, las ayudas de la Dana, con la reforma de las pensiones, el impuesto a las grandes empresas energéticas, los descuentos en el transporte y con el obsequio del Estado al PNV de un palacete en París ha superado todos los registros del absurdo parlamentario al ser rechazado en el Congreso.

Con las pensiones y las subvenciones al transporte como armas arrojadizas, el Gobierno se empeña no llevar de nuevo al parlamento ambas votaciones al margen del resto, sabiendo que todos los grupos están a favor, simplemente como insensata estrategia política, en un infantil intento de señalar al PP como responsable de la fechoría. Con la inestimable colaboración de UGT y CCOO como brazos armados, Sánchez intriga con las dos Españas. ¡Viva el enfrentamiento! Estamos rodeados de estadistas de talento.

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