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Operación: Doce de la noche

05/12/2020
 Actualizado a 05/12/2020
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Uno de los objetivos que nos marcábamos hace unos cuantos años, cuando éramos más jóvenes, era la dura negociación sobre la hora de llegada el fin de semana.
Al principio, si no recuerdo mal, eran las nueve, luego la horquilla se abrió hasta las once, que nos daba para ir a porrones y luego a la Tropi, y de ahí el salto fue hasta la madrugada, cuando enlazábamos el Morán o el Negrillón, con el Húmedo y hasta aquí puedo contar, lo demás, como dice Pepe Ramos os lo contaré en mi libro.

Soy de los que piensan que el toque de queda a las diez se queda un poco corto. Si el fin del mismo es acabar con el botellón, ampliar un par de horas más la hora de cierre no creo que influya mucho en esto. Ciento veinte minutos más es la medida ideal para que un restaurante pueda dar el vino de la noche y que nos animemos a salir a cenar.

La comida para llevar está muy bien, y estos días nos ha servido para quitarnos el gusanillo, pero el salir a cenar con tu pareja o con unos amigos supone algo más. Ese algo más que hace que la gente se arregle, se perfume, se pinte el ojo o incluso que apetezca comprarse ropa nueva para lucir en el restaurante de moda. Me contaba Esther Eiros, una de las más grandes periodistas radiofónicas que ha dado este país, que su abuela le decía que «los buenos perfumes vienen en tarros pequeños».

Tan sólo dos horas más para el toque de queda, realmente no hace falta mucho más, el tiempo suficiente para cenar tranquilamente y cambiar nuestra costumbre de sentarnos a las once.

Yo nunca llegué a las doce, no me sentí Cenicienta. Pero ahora entiendo que sería una buena medida para un sector que no puede más y para una población que necesita airearse, por el bien de nuestra salud mental, que también es salud, como dice la madre en apuros.

Quiero pensar que cuando se toman este tipo de decisiones se sopesan todas las hipótesis, y que el politólogo de turno no busca ser el protagonista por ser el más duro e implacable. Si queremos acabar con el botellón, hay otras maneras de atacar, como controlar a los ‘badulaques’, esos que regalan hielo comprando el licor, o incluso acotar el horario de venta de alcohol en los supermercados. Yo que también fui de botellón, les puedo asegurar que si me pilla ahora con veinte años, y la hora de recogida fueran las doce, ni me vestía de luces. Ayer León volvió a ser ciudad. La hostelería abrió y algo tan sencillo como es el derecho a poder trabajar en tu negocio se convirtió en una realidad. La hostelería nos levantó el ánimo y puso alegría, color y olor a unas calles que están saturadas de malas noticias. De momento estamos abiertos, siguiente parada, las doce de la noche.
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