Hace unos días estuve viendo un documental sobre focas. Me resultan unos animales completamente enternecedores, con esa carita de amabilidad, tal vez un poco burlona pero que transmite energías positivas solo con verla. Son tranquilas, viven sin molestar a otros animales que no sean su alimento y son juguetonas y curiosas. Empiezo a identificarme con su carácter, al final del día soy un ser humano que no busca más que el sosiego de una vida autónoma sin meterse en cuestiones ajenas. Un asunto diferente es cuando uno de estos coquetones mamíferos se encuentra atrapado en el acuario de turno, rodeado de unas paredes de cristal traslúcido que da la sensación de libertad pero no resulta más que una realidad distorsionada. Y estoy segura de que esa foca -trabajadora, valiente, divertida y resiliente- podría hacer frente al vasto océano que simboliza todo su mundo y que se le presenta desnudo ante sí para descubrirlo a lo largo de su vida.
Porque en el fondo ella lo sabe, es consciente de que los límites están para romperlos y de que su camino se extenderá tan lejos como le lleven sus aletas. Que esa jaula de oro -llámese acuario o llámese León- no es más que una parada temporal que más pronto que tarde dejará de oprimirla. Que recorrerá el mundo buscando su lugar, crecerá por dentro y por fuera hasta niveles que nunca había imaginado y que vivirá experiencias maravillosas y también desagradables. Porque en eso consiste la vida, en subir y bajar, en ser feliz y estar triste, en adaptarse a los cambios, en simplemente sentir.
Tal vez mi espíritu animal sea una foca, o un león marino o un manatí. No creo que tenga que conformarme solo con uno, al final los seres humanos cambiamos un poco cada día y no somos los mismos que éramos ayer. Si echo la vista atrás, no me comporto de la misma manera a día de hoy en comparación con mi primer día en esta redacción. Han aparecido nuevas personas y se han ido otras, el flujo de la vida hace que cada cual siga su propio camino. Puede que el mío no esté en esta ciudad que tantas cosas buenas tiene, pero mi naturaleza me pedirá explorar más allá, elevarme, crecer y quebrar una órbita prediseñada que no se adapte a mis expectativas. Porque lo tengo todo a favor y yo misma seré la que decida continuar, pausarme o retroceder.