A tan solo cinco días de la entrada del otoño, feliz por el final del estío, no se me ocurre nada ni mejor que alabar las bondades de esta original estación del año… máxime después de soportar con estoicidad los tórridos calores veraniegos.
La entrada del otoño trae consigo cambios meteorológicos: bajan las temperaturas, aumenta la humedad, se acortan las horas de luz y disminuye la presión atmosférica. Además, es el momento de cosechar los frutos hortofrutícolas en las huertas/jardines donde con esfuerzo hemos conseguido tomates, pimientos, berenjenas y un largo etc.
Conviene recordar que El Bierzo, nuestra Borgoña, tiene un paisaje espectacular en todas las épocas del año, ¡en todas!, pero muy especial en otoño, sí, ya que forma parte de la reencarnación de la policromía en estado puro, aunque refinado, expuesta en un entorno repleto de bucólicas armonías y donde pueden observarse que las hojas, como le sucede a cualquier ser vegetal, van perdiendo su color verde por la mengua de clorofila y adoptan un nuevo vestido multicolor de tono cromático. Esa decoloración es la respuesta de la propia planta a la privación de luz y a la caída térmica, pero no solo es un proceso biológico, pues no, ya que también ha sido pretexto para poetas, preguntas e influencia para pintores, y aportación imaginativa para escritores, sin olvidar el deleite de los visitantes.
Mas no debemos olvidar el valor paisajístico que tienen nuestros valles norteños, con variedad de tonalidades en su pradería unido a la belleza de las hojas caducas en tonos ocres y el verde de las perennes en un terreno por el que discurren cantarines riachuelos de agua y donde pronto se abordará la recogida de setas. También en otoño es cuando empieza, para algunos, la gran fiesta cinegética: la caza de la perdiz…
«El otoño es una segunda primavera donde cada hoja es una flor». Albert Camus. Salud.