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Al otro lado del río

30/09/2023
 Actualizado a 30/09/2023
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Dicen que el pulso de una ciudad la determinan las gentes que en variado número transitan por sus calles, ya sean las más céntricas, pobladas de bares y comercios, o las que conforman los arrabales, dotados de los mismos establecimientos pero con ámbitos más reducidos y llanos. 

Aunque también se podría tomar teniendo en cuenta la algarabía infantil que endulza las primeras horas del día: el trinar de los niños, que en bandadas, dibujan sonrisas a las aceras y nos desperezan, cuando nos salen al paso, en crotar de castañuelas. O bajan presurosos de los coches de sus padres o abuelos, ya fatigados a primeras horas del día, bajo el implacable peso de imposibles mochilas.

Pero a mí me parece que León es una ciudad que se mira al río, conociendo que es él quien la marca el ritmo: véase la quietud transparente del Bernesga, que fluye sereno a los pies de la Condesa de Sagasta, dama de noble cuna y rancio abolengo a quien le gustaba pasear leyendo por las márgenes del río hasta que una hemorragia cerebral malogró su vida tempranamente a los cincuenta, se desconsolado marido, casado con ella desde los diecisiete, no aguantó su temprana ausencia y optó por suicidarse en la casa Zuloaga, aquejado de pena y deudas. La Condesa se llamaba Esperanza.

Al otro lado del río, una vez hayas cruzado por cualquiera de las pasarelas que lo jalonan, emerge otra ciudad. Una vez flanqueado el Paseo de Salamanca la ciudad se torna Barrio de la Sal. Sal de un mundo multicultural que despliega su diversidad en multitud de tonos y acentos.

Es cruzar el rio y comenzar a percibir un mapa sonoro diferente: los ecos cantarines de la República Dominicana, el dulce e impecable acento colombiano. Es el árabe que resulta indescifrable a nuestros oídos romances, o la inconfundible entonación caló. 

Al otro lado del río se triplica y cuadriplica la paleta de matices cromáticos, los tonos de la piel se tornan en tonos canela, ébano o cobre, o un dorado viejo como esos atardeceres del septiembre que nos abandona.

Y los ropajes varían de sentido y finalidad para cubrir la cabeza en riguroso luto por muerte gitana o en sumisión obediente al Islam que impera, o quizás en rebeldía rapera que quiere tapar hasta los ojos lo que el adolescente esconde.

Como se esconde el otoño tras un sol implacable que reina sobre las aguas del Bernesga estos días, un acto de repudio a ese ábrego que ya quiere reinar para cercenar a los árboles las primeras hojas de, otoño.

Al otro lado del río existe otra realidad.

Si la cruzas, entonces verás que el pulso de la ciudad, también late allí.

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