Se me debe de estar acartonando el corazón. Rarísima es la ocasión en que un himno o bandera me causa la más mínima emoción. Creo carecer absolutamente de espíritu patriótico en cualquiera de sus varias acotaciones territoriales y, a mayores, poquísimas son las situaciones en que me puedo sentir apelado cuando escucho los originarios «españoles», «asturianos» o «leoneses». Mis más profundos arraigos van, y vienen, por otros cauces y circunstancias. El lugar de nacencia y el de vivencia nunca han determinado mi convivencia. En ningún lugar me he sentido extraño y de las personas nunca me ha separado ni su origen, ni su color. Si acaso, así como para nuestro encuentro, sí sus ideas y, obviamente, sus actos. Así, al igual que no me gustaría que se me juzgase o responsabilizase por cualidades o actos atribuidos a cualquier conjunto al que pueda ser adscrito (hombre, español, blanco, funcionario, jubilado…) no me gusta juzgar ni, aún menos, prejuzgar –«juzgar una cosa o a una persona antes del tiempo oportuno, o sin tener de ellas cabal conocimiento», que el diccionario fija– a nadie ni, menos aún, si ese nadie, ese otro atraviesa por circunstancias que, para mí, ni deseo ni quiero. Vamos, que, por suerte, me siento insolidario en todo con el impresentable voxero y voceras vicepresidente de la Junta, el hombre de las dos voces (¿o serán coces?) según el portavoz de la misma, cada vez que echa su lengua a sembrar bulos, racismo y xenofobia. Si se confirma que envenenar o intoxicar es su única competencia quizás tengan que subirle la soldada, ya que, de semejante ejemplar, que no ejemplo, depende el popular gobierno regional. ¡Ay qué silencios más elocuentes los del PP!
Y sí, escribo triste, muy triste, al ver cómo la cizaña sembrada por la extrema derecha, la xenofobia, el racismo, prende en muchos conciudadanos. No me pidan que respete sus ideas. Lo enseñó bien Fernando Savater: respetables son las personas, no sus opiniones o ideas. Además, ¿no saben ellos muy bien que, aun cuando quieran disfrazar su rechazo al otro, a los refugiados, bajo legalismos, lo que sienten es racismo, xenofobia, aporofobia; miedo al otro?
No olvidemos: los otros de hoy, ahí está la historia, en otros tiempos fuimos nosotros, nuestros ancestros. No, no olvidemos: Todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como estamos de razón y conciencia, debemos comportarnos fraternalmente los unos con los otros (Art.1 DUDH). ¿Otros? ¡Nos-otros!
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.