27/05/2024
 Actualizado a 27/05/2024
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«Soy de pacotilla» asegura un personaje de Hans Magnus Enzensberger en ‘El hundimiento del Titanic’. Definición que cuadra con tantos personajes de hoy que gozan de una popularidad basada en vaya usted a saber, pero que nada aportan a la solución de los problemas reales. La sabiduría, la honestidad, la diferencia, están en otros, tal vez desconocidos, unos «donnadie» para la sociedad. Y mientras más grande es el personaje, más es de aplicación este principio. Porque «solum quod dabit habebit» (solo el que da tiene) como reza el epitafio que tiene en su casa, en piedra, el grande hijo de Matallana del Torío, Acacio, un epitafio que viene a decir que  sólo el que regala sus dones a los demás los tiene él a manos llenas.

Y no se trata de aquello otro de: «Solo tú eres necesario; los demás somos contingentes», de la afamada película; sino de considerar cada cual sus propios límites y  repartir lo más equitativa, y mas humana, si, entre los demás. Y ello sin tener que recurrir a credos, consignas, filosofías, o políticas, tendentes todas ellas (como ya ha quedado suficientemente demostrado) al dominio sobre los demás por parte de unas  élites privilegiadas, que se tornan siempre indignas y que sueltan consignas omo dogmas a sus creyentes.

Ya está bien de «líderes amados  y carismáticos» y de políticas con apellido. Estamos en el siglo que estamos y la humanidad ya ha vivido suficiente como para no creer en profetas. Algo debemos haber aprendido a este respecto. Algo nos tiene que decir «el siempre imperfecto remordimiento de la posteridad» al que alude el mismo Enzensberger y en el mismo poema. Y es que, escuchar a todos estos políticos metidos a predicadores huele a chamusquina. Con motosierra y sin ella. Huele a podrido.

Soy de pacotilla. Eso lo hubiera tenido que decir el presidente del gobierno, cuando, aterido de ideas, se retiró cinco días al cuarto de pensar. En cambio, se le llenó la boca: La economía   va como un cohete. No hay más que ver a gentes sin trabajo, sin casa, sin futuro, que abundan por todas partes.

Menos mal que en nuestra ciudad algunos se refugian en la Lírica con mayúsculas y nos ofrecen en un teatro una recopilación de versos, unos cantados y otros no, para recrear nuestra imaginación y soportar la vida alejándonos de la iniquidad. Gracias a los muñidores del espectáculo ‘Lírica’ del viernes 24 de mayo en el teatro San Francisco. Los poetas somos de pacotilla. Pero damos belleza y algo más. Y solo quien da tiene. Y si algo tiene León son poetas  de verdad.

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