Secundino Llorente

Padres y profesores

18/07/2024
 Actualizado a 18/07/2024
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Estoy totalmente convencido de que cuando padres y profesores trabajan coordinados se consigue un mejor desarrollo de las competencias de los alumnos y cuando «ambos entienden que son pasajeros del mismo barco», el éxito queda garantizado. Siempre he puesto el símil de la mesa de tres patas (alumnos, padres y profesores) para entender este tema porque, si falla una de las tres, el conflicto está asegurado. Contaré alguna de los miles de anécdotas que viví en mi larga trayectoria de profesor y director en las que siempre había un momento especial. Para todo solíamos utilizar inmediatamente el teléfono. Informábamos del tema a los padres y la clave estaba en su primera respuesta. En ese momento yo sabía si el problema ya estaba resuelto positivamente porque la respuesta de los padres era de apoyo al equipo directivo del instituto o si el tema se complicaría porque la respuesta de los padres era de apoyo a su hijo poniendo en duda la información que les dábamos. 

Hace muchos años, aún en el siglo XX, cuando comenzaba internet y sus redes sociales, un día nos llegaba la noticia de que había sido abierta una página en internet en la que se insultaba y se ponía de vuelta y media a gran parte de los componentes de la comunidad educativa: Los alumnos entre sí, se sacaban defectos a los profesores, empezando por el director. Daba la impresión de que muchos, escudándose en el anonimato, creyeron tener licencia para todo sin impunidad y echaron la lengua a pacer sin ningún reparo. Hablamos con la policía y nos dieron una alegría al pedirnos una copia de esa página de más de diez folios y al garantizarnos que pronto dispondríamos de los nombres y apellidos de todos los que habían participado, con su aportación y hora de los hechos. El lector ya se puede imaginar la importancia que tenía la respuesta de cada uno de los más de cuarenta padres al comunicarles por teléfono estos hechos. La prueba podría servir para hacer todo un trabajo sobre la relación y confianza entre padres y profesores. A los profesores nos servía este caso para «educar», que es nuestra función, y también para que jamás volviera a repetirse algo parecido. Para los padres, como es lógico, la primera respuesta fue de sorpresa. Pero lo realmente importante fue la reacción posterior. Hubo de todo, pero yo resumiría en tres grupos todas las posturas. La mayoría vino ese mismo día a al centro con sus hijos arrepentidos por lo que habían hecho y pidiendo perdón con lágrimas y ese fue su mejor castigo. Algunos padres creyeron a sus hijos y, con el tiempo, sólo después ver las pruebas y el cambio de versión de sus hijos aceptando los hechos, no tuvieron más remedio que ceder, pero sin dejar de apoyar a sus hijos porque para esos padres sólo era una chiquillada sin importancia que jamás debería haber sido denunciada a la policía. Hubo dos familias que no aceptaron estos hechos, porque creyeron a sus hijos y se negaron a admitirlo.

Una tutora me dice que una alumna de segundo de la ESO tenía un novio en su clase, pero ella decidió dejarlo y el exnovio ahora sigue acosando a esa niña porque dice que es suya. A la media hora ya estaban sentados, en la mesa de la dirección del centro, el alumno con sus dos padres, la tutora y la comisión de convivencia. Aquellos padres nos dieron una lección de cómo se debe convencer a un niño que está equivocado, que tenía que hacer caso a la tutora y respetar a aquella niña y que tenía que salir de aquella reunión con las ideas bien claras. Y así fue, problema solucionado. 

Otro tutor tiene un alumno que se queja de que le han robado un objeto de valor en el centro y que tiene testigos que ha sido un compañero. Llamamos a ese compañero a dirección y nos lo niega rotundamente con la amenaza de que se lo dirá su padre para que presente una queja por acoso. La cosa se ponía grave. El tutor llevó al despacho de dirección a ocho alumnos que habían sido testigos del robo. Me aseguraron que lo habían visto y darían fe de ello donde fuera preciso. El padre del alumno acusado vino al centro asegurando que su hijo siempre decía la verdad y amenazando de acoso al tutor y al director. Fue muy triste el momento en el que bajaron los testigos al despacho de dirección y preguntaron al acusado si era capaz de negar lo que ellos vieron. Al pobrecito alumno no le quedó otro remedio que asumir su culpa con el asombro y desmayo de su padre.

Las anécdotas sobre esta relación entre padres y profesores serían interminables. Debe de haber una conexión entre las dos partes de tal forma que el niño perciba la menor cantidad de incongruencias posibles y los padres deben de ayudar a que los hijos perciban la autoridad del profesor en clase, dándole la razón en todo lo referente a la educación.

 

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