22/07/2024
 Actualizado a 22/07/2024
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Acaban de inventar la pólvora. Para ponerle freno a los incendios en los bosques, van a intercalar entre la arboleda salvaje unas franjas vegetales a las que denominan «paisajes mosaico» con lo que intentan paliar la falta de la natural limpieza que siempre hicieron los ganados ahora ausentes por que hay que proteger al lobo que, con el papa, y según AnGLillo el de Cármenes son los dos animales más listos de la tierra.

Y menos mal que no le han puesto el nombre en inglés, que hasta el castellano se va quedando atrás, como los ganados, y como el dinero y el peatón, al decir del mismo ingenio rural antes citado. Y detrás vendrán, ya lo verán ustedes, los poetas mosaico, los políticos mosaico, los futbolistas mosaico, y hasta los culos mosaico sustituyendo a los «kardasian» que serán aquellos que, en la playa por ejemplo, dividen los culos vulgares de aquellos otros en los que se fija la cámara. Aunque, naturalmente quienes se llevarán la mayor tajada mediática serán, como no, los políticos, o mejor aún «las políticas» dicho en el lenguaje no inclusivo y no existente en el diccionario.

No le hizo falta al leonés Víctor Casas cambiarlas de nombre cuando nos dio su libro titulado ‘Sebes’ editado por el ILC leonés, para describir los cierres vegetales tradicionales de las fincas de nuestra memoria. Y eso que las califica como «territorio de resistencia ante los cambios» y de las que dice que «se pueden definir de forma más práctica o más poética» como él mismo hace con León, a la que califica como «Una provincia de sebes» Y porque tal vez no pueda este cronista asistir a la plática que Casas va a pronunciar en Vidanes el próximo día 30, que si no le conminaría a calificarlas incluso como calendario vital, ya que de ellas nos servíamos para calcular el tiempo del universo. « Tres años dura una sebe, y tres sebes dura un perro; tres perros dura un caballo, y tres caballos un caballero».

Es como cuando, en aquellos lejanos tiempos (1.963) unos jóvenes leoneses sacamos Claraboya, pretendiendo dar entrada a la nueva luz que iluminara aquel desván oscuro y cerrado del franquismo. Enseguida alguien se sacó de la manga a los ‘Novísimos’ que fue nombrar de otra forma más llamativa quizás, a la poesía no comprometida. Cambiar el nombre significa mucho. Se trata de cambiarlo todo para que todo siga igual. Y salió un libro titulado ‘Arde el mar’ que decía: «Fue allá en Montreux, rosetón de los ópalos lacustres...» Y arrasó. Vaya si arrasó. Y nosotros, como las sebes, desaparecimos.

 

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