Todos los años me ocurre lo mismo. Me cuesta varios días dejar atrás la resaca de Nochevieja. Eso sí, es una resaca un poco atípica, ya que no está provocada por la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas, sino por todo lo que rodea al circo de las Campanadas. Es triste, pero desde hace años echo de menos, cada vez más, a aquellos tiempos en los que sólo había un canal donde ver cómo el reloj de la Puerta del Sol nos daba entrada a un nuevo año.
El espectáculo comienza semanas antes con la elección de los bustos parlantes elegidos por cada televisión, que llenan horas de tertulias y artículos de opinión, como si de verdad importara quién nos explique lo que son los cuartos y nos avise para empezar a comer las uvas en el momento correcto. Además, desde hace años tenemos el añadido de la vestimenta de la amiga Pedroche. Sin duda, una cuestión de Estado y que influye más en nuestras vidas que el Euribor.
El problema es que es imposible abstraerse de este esperpento, ya que los medios de comunicación y las redes sociales te bombardean por tierra, mar y aire. En algún instante de ingenuidad uno puede pensar que todo este disparate llegará a su fin cuando suene la última campanada, pero no, la oda a la imbecilidad sigue días y días después con el concienzudo análisis de las audiencias y lo hecho y dicho por cada uno de los personajes que protagonizan la salida y entrada de año televisiva. Menos mal que parece que por fin los ecos de las frikadas y salidas de tono de la fecha en cuestión van perdiendo intensidad. Ciertamente, la mejor manera de abordar dicho circo es restándole importancia y convencerse de que es simple y barato entretenimiento, pero ojo, no vaya a ser que de tanto entretenerse la gente pierda definitivamente la noción de lo verdaderamente importante.
Los romanos tenían en su época ‘pan y circo’ para mantener al populacho contento y nosotros hemos evolucionado hasta tener ‘leche y vaquilla’. Una pena que la Pedroche fuera un poco egoísta y no decidiera hacer su vestido más pequeño para así, dejar algo de leche sobrante para brindar con ella junto a Chicote. Y ya puestos, que hubieran invitado también al brindis lácteo a Broncano y Lalachus, pero eso sí, en aras de la multiculturalidad, que llevaran a una vaquilla vestida con un burka. Aunque claro, según está el tema con la ley animal, para evitar posibles denuncias se podría valorar la opción de que fuera Pablo Motos o, en su defecto, Ramón García, quienes se vistieran de vaquilla ataviada con un velo islámico. ¡Feliz ordeño 2025!