julio-cayon-webb.jpg

Un pan como unas hostias

24/09/2023
 Actualizado a 24/09/2023
Guardar

Cuando una organización política anda como pollo sin cabeza, se acaba estrellando contra las paredes. O contra lo que tenga por delante. El topetazo está asegurado. Y eso, al margen de metáforas, es lo que le viene ocurriendo al Partido Popular de León desde hace demasiado tiempo. No hay sesera ni visión de futuro, y dado el paso en ordinaria con el que desfilan sus más destacados (?) dirigentes, tampoco se espera que una luz cenital los ilumine para solventar intrigas y desavenencias.

Lo cómico del asunto es que ellos mismos se hacen trampas al solitario un día sí y otro también. Y lo venden como si fuera género de primera calidad. Dice el incombustible Raúl Valcarce –el pretendiente escaldado a presidir el Palacio de los Guzmanes–, que tanto en el partido gaviotín, que comanda Ester Muñoz, como en el grupo de la Diputación no hay división interna, que todo es una balsa de aceite y que en los ratos libres los once que lo integran juegan al tres en raya. Y este es el panorama. Sus facciones entre bambalinas son otra cosa. 

El líder ‘popular’ –admítase el término en el concepto político y en el coloquial de la calle– Javier Santiago Vélez dirige a ‘sus’ siete diputados sin despeinarse. Valcarce sólo a dos. El primero, que controla la provincia al dedillo, era el llamado a pactar con la UPL y así desbancar al PSOE de la ‘Dipu’. Tenía la bendición de Luis Mariano Santos, el ‘amo’ de los leonesistas. El segundo, de ninguna de las maneras entraba en los cálculos de los de la bandera carmesí. Y el partido a uvas desde antes de las elecciones. Y después. Ni contigo, ni sin ti. Y un pan como unas hostias. Más que una balsa el PP semeja a un cascarón averiado. Dadas las circunstancias, hay quienes quieren creen lo contrario por intereses bastardos; y hay quienes, por mansedumbre modorra, comulgan, sin atragantarse, con ruedas de molino todas las mañanas. Y si fuese necesario repetirían encantados con la misma ácima hormigonada por la noche. En fin, que dame pan y llámame perro. Pero «piensa en mí», como cantaba Luz Casal.

En el caso de la municipalidad, la jaula de grillos se escenifica con amplio subrayado en el Ayuntamiento de León. Ahí nadie se atreve a señalar que no hay división interna. O que sobre la mesa de cada concejal descansa un algodón de azúcar para endulzar la jornada. El follón, y acaso la bronca, sigue latente. Y la dirección del partido silbando para que no la pisen. Una cadetada repetida y, por lo tanto, una dejación intolerable. ¿Qué pinta en todo este barullo su presidenta y diputada nacional? ¡Ah!, es un misterio como el de la Santísima Trinidad. Y Madrid, al abrigo de un mullido sillón en el Congreso de España, es un buen refugio para dejar pasar el tiempo. Y el tiempo sigue pasando. Cojonudo.

 

Lo más leído