«Sé de los fantasmas que habitan en ti, del pozo frío y oscuro del que no logras salir…». Esta columna, hilvanada con hilos de seda y aguja de plata y con palabras cosidas sin apenas rozarlas, debería leerse escuchando ‘Agarrarte a la vida’, canción que Rozalén compuso después de leer cientos de cartas suicidas, a petición de El teléfono de la Esperanza, para romper silencios con música. Una canción dirigida a «quienes viven cerca de personas que no logran ver la luz».
Haciendo ‘spoiler’ adelanto que la Reina de la Noche resultó ser malvada. Fue ella quien encargó a Tamino el rescate de su hija, secuestrada en un bosque imaginario y le regaló una flauta mágica capaz de cambiar la voluntad de la gente. Le ayudó en la misión el cazador de pájaros real, Papageno, símbolo de la lucha entre la luz y las tinieblas, que está a punto de suicidarse cuando tres niños del bosque consiguen disuadirle y le convencen de que la vida tiene otras alternativas. Así, el cazador de pájaros real de ‘La flauta mágica’ de Mozart se agarra de nuevo a la vida. De ahí surgió el Efecto Papageno, partidario de que el tema del suicidio con ocultismo y silencio no se soluciona. Siempre hay alguien a nuestro alrededor que puede tocar la flauta mágica o las campanillas, guiándonos fuera de ese bosque en el que nos hemos perdido y recordarnos que la vida tiene muchas alternativas y la muerte es la peor de ellas. En ‘Las penas del joven Werther’ de Goethe, el protagonista se mata por amor, lo que al parecer provocó tantos suicidios por imitación entre los jóvenes lectores, que se prohibió la novela en varios países. Partiendo de este caso, David Phillips definió como Efecto Werther este fenómeno de imitación al observar que aumentaban los suicidios al día siguiente de que el New York Times sacara en portada noticias relacionadas con el tema.
Papageno o Werther. Una ópera y una novela provocando dos efectos y dos teorías. Voz o silencio. Ocultar o dar visibilidad. Con once suicidios diarios en este país, es evidente que el método del ocultismo sólo es bueno para aquellos que deben poner los medios. Ya se sabe. Lo que no se ve no existe, lo que no existe no molesta y nadie pide cuentas de ello. Pero no. Once son muchas muertes diarias para seguir disimulando y no exigir una inversión real en este tema.
Hoy, Día internacional para la prevención del suicidio, el Teléfono de la Esperanza presenta la campaña ‘Hope is in the air’ (La esperanza está en el aire) especialmente dirigida a jóvenes y adolescentes por el preocupante aumento de conductas suicidas en esas edades. Son tremendas las cifras que se manejan, los miles de personas que piden ayuda llamando a un teléfono, mientras al otro extremo de su voz alguien recibe su angustia desde cualquiera de las veintinueve sedes repartidas en España. Una maraña de redes y multitud de voluntarios convertidos en los niños del bosque de la ópera de Mozart, expertos en escuchar y rescatar a personas ahogándose en pozos sin fondo, donde les permiten arrojar su desesperación y ese «No puedo más» que tanto repiten, aliviando su carga. Cuánto mérito el suyo, recoger tanto peso ajeno, tocar la flauta mágica e intentar convencer al cazador de pájaros real que elija agarrarse a la vida cuando lo que pretende es romperla. Teniendo en cuenta que cada una de estas personas tiene vecinos, familia o amigos, sería bueno mirar un poco más a los ojos del otro, no haya bosques en ellos. Y de haberlos, separar los matojos que le cierren el paso y sacarlo al sendero o bajarlo al arroyo que se refresque la cara y la vida. Quizá esa pregunta tan corta que nadie le hizo, le pudo hacer falta. Quizá un ¿Estás bien? o rozarle la mano pudo salvar una vida.
Esta tarde una marcha de globos verdes recorrerá el aire de León partiendo de distintos puntos de la ciudad hasta la plaza de Santo Martino donde se hará entrega de globos, pasándole el testigo a personas que, desde distintos ámbitos y gremios, pueden trabajar en la prevención del suicidio. Hasta la niña del grafitero Bansky se escapó de la pintura bajo el puente de Waterloo, cambió su globo rojo por un corazón verde y vino a ser cartel para nosotros. Después, como en cualquier lugar del mundo donde exista el Teléfono de la Esperanza, se leerá un manifiesto pidiendo un Plan Nacional de Prevención del Suicidio y se hará un encendido simbólico de velas verdes por aquellos a los que se les escapó el globo cielo arriba y por las familias que no consiguieron sujetarlo. Y al caer la noche, nuestros monumentos más emblemáticos dormirán arropados por una luz verde mientras las voces repiten el «no pueden más» que tanto les pesa. Al otro lado, alguien escucha. Son los niños del bosque convenciendo al cazador de pájaros real que la mejor opción es la vida. Y Papageno se queda a comprobarlo mientras Rozalén continúa «…lo que daría por agarrarte a la vida, conduciría a todos tus monstruos hacia el paredón. Lo que daría por agarrarte a la vida, pero sólo tú, sólo tú puedes jugar a ser Dios…».