Ayer se celebró el día mundial de la salud. El lema elegido este año ha sido ‘Comienzos saludables, futuros esperanzadores’, dirigido a mejorar los cuidados de la mujer durante el embarazo y el parto. Además, se pide una evaluación más exhaustiva de cada caso que permita evitar las muertes o enfermedades prevenibles tanto de la madre como del bebé. Esa atención adecuada de todos los pacientes que salva vidas y que se viene reclamando a gritos durante años.
No es un asunto que carezca de relevancia cuando el mundo está inmerso en plena crisis demográfica debido a múltiples factores.
Puede ser complicado lograr ese comienzo saludable de la vida, aunque tal vez lo más difícil sea garantizar un futuro esperanzador. Si es que tiene cabida tal concepto en el contexto actual.
A nivel sanitario, la última pandemia nos dejó muy claro que no estamos suficientemente preparados para afrontar determinadas situaciones. Quizás no lo lleguemos a estar nunca.
Parece que nos cuesta aprender de los errores. Y son numerosas las voces que alertan del gravísimo error que supone la excesiva dependencia de la tecnología.
Docentes de diferentes etapas de la educación muestran su preocupación por la pérdida gradual de habilidades básicas como la escritura manual o la comprensión lectora.
La Inteligencia Artificial esta siendo desarrollada sin control con algunos resultados espeluznantes, como la posibilidad de crear avatares con personas que se han ido.
Cuando se adquiere cualquier utensilio, lleva adjuntas unas instrucciones que indican cuándo y cómo se debe usar. Los avances tecnológicos deberían ser tratados como simples herramientas.
Si delegamos todo en ellas, perderemos la capacidad de investigar, pensar y decidir por nosotros mismos. Algo que hemos creado terminará por anularnos. Paradójico.
El ser humano ha sobrevivido a lo largo de los siglos gracias a dichas capacidades. La pregunta es si esto que estamos viviendo, lo que les espera a nuestros pequeños, es evolución o justo lo contrario.