La elocuencia del silencio es, en muchos casos, cómplice de bulos y falseamiento de hechos, en especial políticos y sociales, que envenenan la lógica y argumentada controversia de pareceres y propagan viejos y nuevos dogmas que nada benefician el libre y sano trato cívico, llegando incluso a dañar, si no romper, relaciones de amistad. Tal parece que retornamos a las verdades absolutas, al belicoso o conmigo o contra mí.
Que la calidad de los partidos políticos de nuestra democracia son claramente mejorables es obviedad que, frecuentemente, llega –ya alejado por ahondamiento el estado de desencanto y decepción– no sólo al apartamiento o desentendimiento de una parte de la ciudadanía y a que otra participe en los distintos procesos electorales no con legitimas ilusión y esperanza y sí, sea cual sea su tendencia ideológica o sencilla preferencia política, en evitación de males mayores o, como se suele decir, acudan –me incluyo– a votar ‘a nariz tapada’. El cada día menos pudoroso sectarismo partidario –y, recuérdese, pudor es sinónimo de honestidad y decencia– está llevando a la asunción por importante parte de la ciudadanía del error de confundir política con partidismo y, de ahí, del viejo y nada democrático dicho de «todos los políticos son iguales» y aumenta la percepción de los mismos como una aristocracia partidaria beneficiaria de las muchas ventajas que la representación institucional representa, sea esta municipal, provincial, autonómica o central. Es decir, se ven los esfuerzos y desvelos de los representantes políticos como más dirigidos a servir a los intereses de sus partidos, a quien se deben, que a los de la ciudadanía que los ha elegido. Así, sirva como ejemplo, no debe pasarnos desapercibida la divulgación, propagación y calado de lemas tan en apariencia atractivos y emotivos, en especial para quienes compartan ideario progresista o de izquierdas, como «solo el pueblo salva al pueblo». Siendo curioso cómo se llega a escuchar, atribuyéndosela a Antonio Machado, por boca de quienes, antes y después, empeñan su hacer político en la destrucción o privatización de los servicios públicos tan necesitados por el pueblo como la sanidad, la educación, etc.
Deben reflexionar y esponjarse los partidos, en especial los que se dicen progresistas o de izquierda, y volver a escuchar a la sociedad civil si no quieren que crezca más el insano apoliticismo camuflado de sano apartidismo. Ellos verán. Saben como yo de enemigos de la democracia y la libertad.
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.