Pasión y reflexión

El pasado viernes fue el pistoletazo de salida de la Semana Santa. Las procesiones recorren las calles después de meses de concienzuda preparación. La hostelería recibe un balón de oxígeno gracias a las numerosas personas que se animan a disfrutar de este ambiente festivo, fieles a su cita. Es bueno comprobar que, a pesar de todo, no hemos perdido la capacidad de reír y de celebrar.

Pero hay sucesos desagradables que también, por desgracia, se repiten año tras año. Aún flota en el aire el humo de los incendios de Asturias y Cantabria. ¿Se han generado de forma fortuita, accidental? Pues no, han sido intencionados en su mayor parte.

En esta ocasión ha sucedido en primavera y han resultado más intensos y numerosos de lo normal. Sin embargo, lo cierto es que cada verano reaparece el mismo problema con más fuerza y en más lugares.

La razón principal para provocar fuegos de tales dimensiones, para arrasar sin miramientos cientos de hectáreas de parajes naturales sin pensar en las consecuencias, no parece ser otra que el beneficio propio. Y es que al quemar esos terrenos, su uso se modifica, Se hacen susceptibles de convertirse en pastos, cultivos o zonas edificables.

Resulta obvio que existen intereses, aunque en muchos casos permanecen ocultos. Aquí tenemos una clara demostración de una falta de respeto descomunal por aquello que es común. Estos seres, con sus conductas incívicas, no tardarán en conseguir que no quede un solo lugar sin destruir. ¿A qué se dedicarán después? Un misterio que solo el tiempo nos dará la ocasión de desvelar.

Si a lo anterior sumamos las medidas de prevención y extinción de incendios, con personal y recursos a todas luces insuficientes, obtenemos una combinación fatal.

Mientras tanto, las jornadas transcurren entre tambores, papones y multitudes. Se hallan presentes casi todos los elementos habituales. Excepto la lluvia, que no tiene intención de dejarse caer. No hay problema, siempre nos quedará la limonada. Muy feliz semana.