«Pasas por los pueblos y como si hubiera caído la bomba Antonia», dice Mediagorra, que le gusta ir viendo al personal por la carretera cuando conduce con una mano en el volante y la otra por fuera de la ventanilla, «que está mucho menos penao que ir hablando por el móvil».
Él es muy de elaborar teorías a nada que le des pie para ello. Ahora, además de maliciar que igual cayó la bomba que él llama Antonia —curiosamente igual que la vecina con la que riñe porque los mojones se mueven solos—, dice que nota que ya marcharon los veraneantes porque en los bares, que por el verano te ofrecían siete tapas, ya no tienen más que patatas. Ya le digo que eso tiene una explicación que la daba el cabo Manolo, que siempre pedía de tapa patatas porque, explicaba: «Hay que consumir productos del campo. ahora mismo productos del campo ya no quedamos más que la patata y la guardia civil».
Él sabría, que era de la Benemérita, y no puedo hablar mal que p’al Pilar nos dan la zampa de los pinchos.
Bueno, cojo el suco que hoy no es que me haya esnortao, es que no lo cogí todavía. La cosa era en lo tocante a que ya marcharon los veraeantes (la bomba Antonia)y siempre me acuerdo de Cesáreo Rivas, que fue presidente pedáneo cuarenta años —de cuando Franco, decía él— y un año por agosto fue y dimitió, antes del Concejo que él llamaba de los veraneantes. «A mí me quitáis el concejo de agosto, cuando vienen todos los sabios a quejarse que el pueblo huele a abono, y tenéis presidente para toda la vida». Perola secretaria no había cursado la renuncia y en octubre regresó al sillón de mando. Y así aguantó otros ocho años, hasta que dio en toser y se borró de lo público.
Y cuando le preguntaban qué tal se vivía sin en Concejo de agosto respondía de manera enigmática: «Se vive muy bien, pero con la furfuga de la incertidumbre».
- ¿Y eso de la incertidumbre?
- Pues que no sé si a todos los que mande a tomar pol saco en los concejos de agosto habrán llegado, no me han comentado nada.