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Un pedazo de humanidad

15/06/2024
 Actualizado a 15/06/2024
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Y un día te ves, acosado, con la boca seca, esquivando balas, corriendo de manera trepidante, alargando las zancadas sobre los cascotes de lo que un día fuera tu escuela o tu casa, procurando no perder de vista a los tuyos, que corren contigo, huyendo, abandonando el regazo de la mujer o el hombre que amas o el del abrazo cálido de tus amigos, rasgando las raíces que te unen a tus ancestros.

Y dejas de oír su voz para sumergirte en una vorágine de barro ensangrentado, de aguas gélidas que amenazan con devorarte, acumulas fronteras ciegas e indiferentes que murmuran a tu paso y esquivan tu mirada de miedo, tus calamidades no incumben, entiéndetelas con las estrellas que te miran jadear de cansancio. Y te empleas en enterrar ausencias para conservar la vida.

Y llegas a un campo plagado de semilleros humanos que bajaron al inframundo, ese lugar donde te amenazan con arrebatarte la esperanza, donde languidecen los días, entregados a la indiferencia de los que te rodean, mientras te alimentas de recuerdos: de los desayunos en la cocina con tus padres y tus hermanos, del buenos días de la maestra o de aquel rato afable con los compañeros de faena a media mañana. Y cierras los ojos soñando con un hogar nuevo porque como dice la poeta somalí Warsan Shire, «nadie escoge campos de refugiados o registros al desnudo donde tu cuerpo se queda dolorido… nadie puede soportarlo… nadie puede digerirlo».

Warsan, somalí, como son los ciento setenta refugiados que llegarán al Chalé de Pozo ubicado en Villarodrigo de las Regueras, León, donde parece ser, los vecinos, se han movilizado para recoger firmas con el fin de paralizar esta acción humanitaria. Dicen que sienten temor por lo que les han contado que sucede. “Estos pueden traer problemas, así que ante la duda mejor que se vayan por donde han venido” pero ellos nada hicieron, solo huir del hambre, la muerte y la miseria. 

Y piensas que no te gustará que ellos te llamen extranjero o te miren con desprecio porque como decía el cantautor Rafael Amor «extranjero es una palabra triste y es una palabra helada que huele a olvido y a destierro» aunque quizá sea mejor afrontar las palabras, las miradas sucias que ruedan por tu espalda porque como la poeta también dice «ellas son más suaves que los insultos, son más fáciles de trabajar que el escombro, que el hueso, que el cuerpo de tu hijo hecho pedazos» roto en miles de ellos, como te sientes tú ahora, en medio de una desolación, que clama como alma en pena por el hogar y la pérdida de todo lo querido. 

Creo que debiéramos abrirles las puertas, si aún nos queda un pedazo de humanidad.

 

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