Hace unos días se dio a conocer un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, según el cual el lince ibérico ha dejado de estar en peligro de extinción tras haberse detectado un aumento significativo del número de ejemplares.
Parece que se conserva, de momento, una de las especies emblemáticas de la península ibérica. Siempre es bueno recibir este tipo de noticias agradables que, por desgracia, tanto escasean.
Porque, es algo que se repite en multitud de conversaciones a diario sobre casi cualquier tema, el panorama actual dista mucho de ser alentador. Solo hay que mirar a nuestro alrededor o intercambiar impresiones con los demás.
Quienes deberían ocuparse de solucionar los problemas más graves que tenemos, salvo excepciones, invierten su tiempo en enfangar a los adversarios y en lucrarse en la medida de lo posible, a costa de lo que sea.
La vida, en muchos sentidos y para cada vez más personas, resulta demasiado complicada.
Y la inteligencia artificial, a pesar de tener sus ventajas, se perfila como uno de nuestros peores enemigos.
Una mujer recibe un mensaje de voz en el que su pareja le dice que necesita contactar con ella pero que no puede llamarla, que le envíe un mensaje a ese número.
Por suerte, la víctima del engaño identifica que se trata de una locución. Al parecer su pareja había recibido llamadas extrañas en las que nadie contestaba y solo se escuchaba un pitido. Así se grabó su voz y se utilizó para crear el mensaje con I.A.
Es solo un ejemplo. Seguro que existen muchos casos similares y que aumentarán. Estamos llegando al punto en el que cuesta distinguir lo real de lo que no lo es.
Hace poco escuché decir que transcurren tiempos complicados para los optimistas.
Pienso que la humanidad saldrá adelante como lo lleva haciendo desde hace siglos. Pero si no se toman ciertas medidas y se establecen ciertos límites, tal vez el homo sapiens termine formando parte de la lista de especies en peligro de extinción.