Como uno, a veces, tiene menos luces que el ‘camino Castro’, se pasó cerca de medio año intentando averiguar porqué llamaban ‘Percan’ al hijo de Ana Mari, jugador de la Cultural, y no Diego, su nombre, que además es mucho más bonito que el apodo. Cuando Rafa me lo explicó quedé un poco atontado (más de lo normal), y seguí sin encontrarle la gracia. Resulta que ‘Percan’ es la contracción de sus apellidos (Pertejo y Canseco). Uno cree que hubiese sido más elegante que en la camiseta de la Cultural, y ahora del Barcelona Atlético, rezase, por ejemplo, ‘Diego Pertejo’.
El caso es que acaba de morir su abuelo materno, Julián, dejando sola a Luisina, su abuela, que, además, es la ‘madre’ de todos los ansiosos y hambrientos que acudíamos un día sí y otro también a tomar un café o una cerveza a su bar. En este bar de pueblo, se inventaron las tapas que tanto lustre están dando a la provincia, hasta tal punto que muchos asturianos y madrileños vienen a visitarnos sólo para atiborrarse de ellas. Sus calamares a la romana, sus albóndigas, sus mejillones en salsa o su rabo de gocho hacían que llorásemos de alegría, y no exagero ni un pelo. Preguntad por ahí y veréis que, incluso, me quedo corto.
Julián estaba un poco pachucho de un tiempo a esta parte, pero ha muerto como un perro, solo y abandonado por la que presumimos que es la mejor sanidad del mundo. Cuando lo médicos no acuden a verte a la habitación del hospital en la que yaces durante tres días, lo normal es que la palmes. Y así ocurrió. Murió porque los médicos tenían que ir a ‘Urgencias’, llena hasta los topes de enfermos de gripe, de Covid o de neumonía (daría para muy largo hablar de la gente que acude a Urgencias y que no debería ir). Si al final es volver siempre a lo mismo: este Estado demencial en que vivimos paga mal a los que tienen que atender nuestras enfermedades y achaques, haciendo que muchos de ellos se piren al extranjero, donde les remuneran como Dios manda. Prefiere gastar el dinero en líneas de AVE, en aeropuertos, en tanques que luego regalamos y en atender a los miles de africanos que llegan en patera buscando una vida mejor. Este último asunto es el único que tiene un pase y que se podría admitir, como el pulpo, como animal de compañía. El resto de los enunciados, ni de coña. Mi abuelo Vicente, que era listo como un demonio, siempre me dijo que «los ricos viven como ricos, pero el resto tenemos que aprender a vivir con lo que tenemos». Quiero decir: ¿qué diferencia hay en llegar a Madrid en dos horas o en cuatro?; ¿se acaba el mundo porque llegue a las dos en vez de a las doce? Uno, que usó el ferrocarril mucho tiempo, aprovechaba y se leía un libro (o medio libro, no hay que exagerar), en el trayecto y estaba más feliz que una perdiz. En esas dos horas, además, te daba tiempo a ligar (si había suerte y a tú lado se sentaba una señora de buen ver), o a enterarte de las enfermedades que aquejaban a la vieja que iba a ver a sus hijos a la capital porque ellos no tenían tiempo de visitarla en su pueblo.
Uno, que está en contra de pagar impuesto porqué así lo manda su religión, lo haría encantado si se gastasen en cosas útiles: sanidad, educación, ayudas a los parados, etc. En cambio, tengo que ver como se malgastan en trenes supersónicos, en aeropuertos que tienen dos vuelos diarios, en armas o en sueldos demenciales a políticos que no pegan un palo al agua, no vaya a ser que se hernien... Vivimos como ricos cuando resulta que somos un país pobre que tira gracias al turismo y a cuatro gatos que madrugan todas las mañanas...; no sé lo que durará ese maná que nos regalan los guiris, porque los asilvestrados están, también, en contra del turismo y hacen todo lo posible por hundirlo, y sino que se lo pregunten a los hosteleros de Barcelona, ciudad que durante muchos años, encabezaba la lista de las más visitadas y que ahora se ha visto superada por Madrid, por Málaga o por Vegas del Condado.
El caso es que por todo lo expuesto, Julián murió sólo y abandonado en una fría habitación del Complejo Hospitalario de León. Y el caso es que sus familiares, además de solos, están desamparados, porque saben que ha muerto por un «imponderable». Ahora Diego, cuando marque un gol en el Barcelona, mirará al cielo y ofrecerá el tanto a su abuelo. La verdad es que no sé cómo lo tomará Julián, que era más madridista que Santiago Bernabéu. Y es que, ya se sabe, uno puede cambiar de pareja, de trabajo, de religión, de país, pero nunca, nunca, cambiará de equipo de fútbol.
Pues ya sabes, Diego, a meter goles como un loco, como si fueses Zarra, Hugo Sánchez, Messi o Cristiano Ronaldo. Julián, aunque le cueste, los celebrará como hace todo abuelo que se precie; como el que suscribe, qué está tonto con el ‘Terrible de Meco’ y con la ‘fenómena’; o como el Chopo, que está enseñando ya a su nieto las mañas pertinentes para que llegue a ser, con el tiempo, campeón en todas las categorías de la Lucha Leonesa. Porque lo será, no tengamos ninguna duda: uno de Vegas es más necio que el copón y romperá la tapia con la cabeza antes de cejar en el empeño. Algún día os pondré ejemplos concretos, pá echar unas risas y eso... Salud y anarquía.