De nuevo elecciones y la gente acude cada vez menos a las urnas por la escasa credibilidad de los partidos y especialmente, del que gobierna. También cuenta el desinterés hacia la Unión Europea. Su indiferencia hacia España y la hegemonía que ejercen ciertos partidos germanos con sus imposiciones y que condicionan la realidad de este país (la agricultura, la industria, la plaga del turismo, la vivienda y economía en general).
Además, tiene que ver el desconocimiento absoluto de los supuestos representantes, que en parte son los fracasados o beneficiados, por unos partidos que buscan poner distancia, con un destierro millonario. Son más de setecientos parásitos bien pagados, los que anidan en el Parlamento Europeo.
Pero si estas elecciones sirven para algo, es para que los detritus políticos fluyan hacia el sumidero. Podemos, Sumar y Junts (no falta la ‘o’, es cosa de como hablan en Cataluña) ya están a dando vueltas en el remolino del inodoro. Incluso el propio presidente ha sufrido una leve erosión en su figura, una nueva derrota, que se suma al batacazo de las municipales, la compra de las generales y las presentes europeas. Respecto al éxito del PP constituye una victoria pírrica.
Me llama la atención la indulgencia de sus votantes, que todo lo perdonan, pasando por alto los múltiples escándalos de su equipo: el fraude de las mascarillas, los asuntos de Griñán, Berni, Koldo, el hermanín, que dirige desde Portugal el conservatorio pacense. Más, la imputación de su mujer por un presunto tráfico de influencias (recordemos que por un caso de este tipo Urdangarín pasó una temporada a la sombra).
Pese a ello, Pedro lo ha intentado todo. Se ha doblegado ante Marruecos y su espionaje, a los terroristas, a los prófugos, a Junqueras y compinches. Por eso no es arriesgado pensar que ya esté urdiendo otra estratagema para seguir en el poder. Incluso nos ha tocado el lado sentimental con la empalagosa carta de amor que lo condujo a su retiro espiritual que, aparte de ridículo, es una burla para cualquier trabajador con principios. Si un escolar faltara cinco días a clase, el padre debería justificarlo. Si fuera un dependiente, el empresario le diría que cogiera los bártulos y no volviera más. Y si una persona infortunada sufriera la desgracia de perder a su esposa, a los padres, a un hermano o un hijo… el máximo permiso de que dispondrás, por parte de la administración, sería de dos o tres días de duelo para mitigar tu dolor. Aunque lo arrastes a lo largo de una vida. Acaso ¿no somos todos los españoles iguales ante la Ley?