30/10/2024
 Actualizado a 30/10/2024
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Vaya ‘semanita’, vaya mes. O vaya ‘añitos’, incluso. La tensión parace ser palpable a distintos niveles ante las informaciones que todos sabían, que muchos habían ocultado y que pocos (o ninguno) se habían atrevido a hacer públicas por el miedo a las consecuencias con su correspondiente resarcimiento (y no son precisamente periodistas). Miedo que, por cierto, no debía tener el protagonista cuando lleva tiempo supuestamente agrediendo y supuestamente incomodando a más de una y más de dos víctimas. ¿O es que la sensación de impunidad siempre puede más?

El susto, por otra parte, se lo ha llevado también la ciudadanía con la cantidad de información, estudios, testimonios u opiniones  sobre el asunto de los últimos días. Uno de los análisis más certeros y cercanos dentro de esta vorágine de comunicados, cartas a los afiliados, declaraciones con las que no dar crédito y mensajes inauditos, fue el negro sobre blanco de Flavita Banana el pasado domingo en El País. En una visita al oculista, en lugar de leer ‘perdón’, un fallo de visión ¿obliga? al paciente a decir ‘pero’. Un paciente con gafas y cegato, sí, de autocrítica, reflexión y empatía. ¿Existe la ceguera machista como patología? Desde luego podría incluirse en la futura reedición del ‘Medimecum’.

Un ‘pero’ muy utilizado en esos mensajes que suelen ser una enumeración de excusas, y que de manera contraria y muy habitualmente –por no decir siempre– llevan sobre los hombros todas las víctimas. O la sociedad se los echa a la espalda. Los relatos de abuso o agresión que pasan de las cancelas de la mente, que consiguen ser más fuertes que la vergüenza. Las confesiones que se sienten seguras más allá de la barrera de las amigas, que son capaces de superar al miedo. Sí, esas que cuestan tanto; esas van acompañadas de cientos de miles de ‘peros’.

Y no, no es un «pero también genera un tipo de vida, una cotidianidad, una subjetividad, un tipo de vínculos con el ámbito público, con la fama y con los demás que pasan factura», que diría uno en una dimisión. Para ellas se convierte en «pero si ya ha pasado mucho tiempo», «pero si no denuncias no sirve para nada», «pero si decías que te gustaba». Tan peligroso siempre el ‘pero’; tan doloroso cuando ya es costumbre, tan difícil cuando la angustia pesa.

Es posible que sustituir un ‘pero’ por un perdón, como planteaba la citada viñetista no sea aún suficiente si no va acompañado de consecuencias a distintos niveles. Sin embargo, sí será el camino hacia la escucha y la tranquilidad que buscan las víctimas y a una reparación que necesitan tanto ellas como una sociedad de ojos abiertos ante la ceguera machista.

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