No por casualidad la Novela Picaresca es un género exclusivo del idioma español. Siendo una de las principales muestras, ‘El Buscón’, de Francisco de Quevedo, cuya relación con León fue penosa. Novelista, pensador, poeta, filósofo y pendenciero. Fiel defensor de la libertad de pensamiento, en sus versos reivindicativos: «No he de callar por más que con el dedo… silencio avises o amenaces miedo».
En todas estas manifestaciones, a pesar de la amargura, anidan el humor y la ironía. Como en ‘Guzmán de Alfarache’, de Mateo Alemán, un personaje singular. En ‘El Diablo Cojuelo’, de Vélez de Guevara, un diablo liberado de una redoma por un estudiante, lo lleva como agradecimiento de viaje por varias poblaciones, levantando los tejados para mostrarle el interior de las casas.
Más conocida es ‘El Lazarillo de Tormes’. De ésta, recuerdo el episodio en que, sirviendo a un hidalgo, con más cogote que haberes, el Lazarillo se dedica a mendigar para mantener a su amo. Posiblemente ésta sea la primera manifestación de ‘tráfico de influencias’. En otra ocasión, pasando por Almorox, le dieron al ciego unos racimos de uvas y, en una piedra se sentaron para comerlas. Una para ti, otra para mí, era el pacto. Pero al cabo, dice el Ciego: «Lázaro me engañas, pues coges las uvas de tres en tres… porque yo las cojo de dos en dos y callas».
La picaresca es inherente al ideario español y no es algo pasado. Desde la llamada Transición, el número de pícaros crece, y los políticos en los que hemos confiado esquilman al pueblo que los mantiene.
Hay gran similitud entre los casos de Juan Guerra, que se valió de su hermano; Urdangarín (que pisó la cárcel) de su suegro y Begoña Gómez de su consorte. ‘La famiglia’.
El clan Puyol fue descarado e impune. La trama Filesa-Malesa salpicó a Felipe; incomprensible, la fortuna de Bono; caso Naseiro; Bárcenas. La farsa de Roldán me recuerda a los impostores Koldo y Ávalos. Hay muchos otros, que asoman en algunos medios, pero de mencionar todos, me dolerían las manos de tanto escribir. Del fiscal cotilla, Sánchez y los ministros en cuestión, ya hablará la Justicia.
Volviendo a la viña, los ministros dejarían al ciego sin uvas. Y al viñador acribillado por los impuestos. Se llevarían las uvas, el viñedo, los sarmientos y hasta los cuévanos, para no dejar un nada. Acaso una mala vida para los lazarillos que los sufrimos.
Por el siglo XVII, un tal Rojas Zorrilla escribió ‘Del Rey Abajo Ninguno’. Hoy sabemos que del Rey abajo, están Sánchez y todos los ‘mangantes’ –de mangar– de este desgobierno. Llamarlos Pícaros es poco decir.