Apenas llevo una semana fuera del paraíso redipollejo, pero ya ando mareado de dar vueltas por el carril interior de la rotonda de la que hablábamos hace unos días, que no es más que la de la nostalgia y la frustración. Quizá por eso me viene a la mente que Santos, mi añorado profesor de autoescuela, me pedía siempre que no escatimase en el uso de los intermitentes. «No te preocupes. Si se funde la bombilla, pongo otra», me decía con media sonrisa. Sin embargo, hasta él se daría por vencido si pudiese ver el tiempo que este nuestro terruño lleva indicando que quiere tomar una de las salidas de la rotonda sin que nadie se lo impida por el carril exterior con un coche que tiene más caballos de potencia y más votos en el maletero.
La primera salida que teníamos a mano era la que nos llevaba a la Facultad de Medicina, pero ya nos han hecho clavar el freno para que pase el decano de Valladolid, que proclama a los cuatro vientos que no está hecha la miel para la boca del asno porque no tenemos profesores de calidad. Sólo en el primer dosier presentado figuran setenta, pero la Junta (spoiler) acabará haciéndole caso para que nuestro León siga en modo hámster dando vueltas por el interior de la rotonda en busca de otra salida hacia el futuro.
Quizá piense la eminencia pucelana que hace seis siglos su centro era ya referencia, pero el prestigio sólo se gana con el tiempo y antes de recoger hay que sembrar, como llevan haciendo siglos en las comarcas del Bierzo y Valdeorras con la uva godello, que sí parece estar hecha para la boca del asno, porque de Albires para abajo dicen ahora que es «de todos» como único argumento para reclamar, con el inesperado beneplácito de la Junta (nótese la ironía), que sus vinos puedan salir de la rotonda por la primera salida y ‘rueden’ hacia el sur de esta comunidad de éxito.
Pero ha habido más ocasiones en las que este nuestro terruño ha estado a punto de esnortarse por el mero hecho de querer salir de la rotonda de la nostalgia y la frustración. No sé si estaríamos preparados para formar a los médicos que tanto necesitamos –con los veterinarios y los enfermeros no lo hacemos mal– y sí sé que no nos dejarán intentarlo. En cualquier caso, lo que se nos da de lujo es lo de los astronautas, pero tampoco pudimos coger esa salida porque, un mes después de que eligieran a Pablo y a Sara, el Gobierno del presidente aviador nos premió descartando a León y llevando a Sevilla la sede de la Agencia Espacial Española en una firme apuesta por la tan cacareada descentralización, la cohesión territorial y el futuro de las zonas que se desangran por el censo.
Y aquí seguimos dando vueltas en la maldita rotonda mientras se nos cuelan por fuera, pero ello no sería posible sin la inestimable colaboración de quienes tienen el llanto improductivo como único argumento y quienes se dicen leoneses pero piensan más en Ferraz o en Génova que en Ferral o en Genicera.