Aunque con una zozobra que nos acompañará durante toda la Semana Santa mirando al cielo y a los pronósticos meteorológicos por ver si lo que se anuncia como tiempos de lluvia se confunde y se pueden celebrar las procesiones que tanto personal atraen, con independencia de que sean creyentes o no, y llenan de satisfacción a los ‘papones’, nuevos y veteranos que, llegando de casi toda la geografía española, pasan a engrosar las diferentes cofradías que integran nuestra semana.
Son muchos los hermanos que, buscándose la vida en otras localidades por necesidad laboral, guardan unos días de permiso con el fin de llevar tal o cual brazo pujando el paso, heredado de sus antepasados, cual si de testamento se tratara.
Hay dos términos que causan extrañeza entre muchos de los visitantes que estos días llenan nuestros restaurantes y hoteles, a pesar de los presagios meteorológicos poco favorables que generan verdaderos dolores de cuellos de tanto mirar al cielo por ver si amenaza lluvia y nos chafa lo que durante todo el año con fervor, hemos estado esperando.
Ojalá se equivoquen las previsiones, por lo menos algunos días, que tanto visitantes atraen y, con ellos, riqueza para los establecimientos que con los brazos abiertos esperan. Estas fechas para los que tenemos una cierta edad (que no incierta) nos llevan cada año a lo que entonces suponía la Semana Santa llena de claros y oscuros. Claros porque no había clases en los colegios, y oscuros porque casi no había cine que era lo que entonces, mucho antes de la llegada de la televisión, nos ilusionaba, salvo algunas películas mexicanas sobre la pasión, con el doblaje en mexicano que, vistas hoy, se podrían encuadrar dentro del cine cómico.
Era (y me imagino que para muchos lo seguirá siendo) tradición y día de estreno de ropa acompañado del siguiente dicho: «Quien no estrena en Domingo de Ramos se queda sin pies y sin manos». Yo, por si acaso, he hecho mi pequeña contribución, estrenando unos calcetines que algo es algo.
Me acuerdo de un encargo, de una colaboración, que sobre la Semana Santa, mi amigo, y hermano de la Cofradía Nuestro Seños Jesús de la Redención, Luis Carlos Sinde Barrio, hombre siempre dispuesto a colaborar y con inquietudes culturales, me hizo.
Repitiendo parte de lo que entonces escribí, me despido diciendo: «Existirán opiniones dispares, unos dirán que es cultura, otros que es pasión o tradición», pero lo cierto es que la mayoría nos vamos de procesión. Da gusto andar por las calles llenas y ver a los responsables de los establecimientos de hosteleria ante la solicitud de alguna mesa para comer contestándote, amablemente, lo sentimos pero, si no tiene reserva, lo tenemos todo ocupado.
Algo es algo, aunque seguimos esperando movimientos políticos que nos pongan en el sitio que León merece porque si no nos vamos a quedar como el gallo de Morón, solo que en vez de sin plumas, sin gente y cacareando.